Muchas mujeres prefieren pasar ratos tumbadas y de este modo descargar todo el peso corporal sobre la cama. Ahora bien, si nos tumbamos boca arriba (decúbito supino), la circulación sanguínea que le llega al bebé queda dificultada, por lo que es mejor tumbarse sobre un lado (preferiblemente el izquierdo). Conviene mantener la cabeza ligeramente elevada para facilitar la respiración de la madre.
Es muy placentero que, tumbada de lado, alguien (preferiblemente la pareja) nos de un masaje en la zona lumbar, ejerciendo una presión intensa sobre la musculatura, especialmente cuando la contracción sea más dolorosa.
La última postura de la que vamos a tratar en esta serie de artículos es la de estar arrodillada en el suelo. Es similar a la postura en cuclillas, pero así descargamos el peso corporal sobre las rodillas, en lugar de sobre la pelvis.
Lo idóneo es poder recostarnos sobre alguien para, de este modo, aliviar y relajar la espalda. Si además nos dan un masaje en la zona cervical, en la cabeza o en la cara, el alivio será aún mayor.
Generalmente, la embarazada no aguanta demasiado tiempo en esta postura, porque la circulación de las piernas se ve dificultada, y enseguida empieza a notar hormigueos en los miembros inferiores, pero si alterna esta postura con otras, puede ser útil.
En esta postura ocurre lo mismo que en las anteriores, cuanto más separadas mantengamos las rodillas, más abierto tendremos el espacio de la pelvis para facilitar el descenso del feto.
En la mayoría de los hospitales la mujer da a luz en la postura de ‘litotomía’ (tumbada boca arriba con las piernas separadas) y con la cabeza ligeramente incorporada. Pero con las nuevas camas articuladas existe también la posibilidad de parir sentadas o en posiciones laterales. Conviene consultar las posibilidades que existen con el profesional que va a atender el parto.