El hecho de que un niño crezca en un hogar en el que no existe un concepto de autoridad, produce consecuencias negativas en el comportamiento del niño a largo plazo que crece con una capacidad nula de tolerancia a la frustración. ¿Por qué? Sencillamente, porque se acostumbra a tenerlo todo rápido y fácil con una sencilla rabieta. Las claves de la autoridad ante los hijos son:
1) En casa, no son los niños los que mandan sino que son los padres, es decir, con un niño no se negocia ni se pacta para llegar a acuerdos porque no tiene edad para eso.
2) No se debe repetir mil veces lo que debe hacer el niño. Con una vez es suficiente, sencillamente, porque el simple hecho de que el padre o la madre ordene algo, es motivo suficiente para obedecer. Es decir, no se debe razonar cada paso ni dar mil explicaciones.
3) Se debe aprender a decir no. Asumiendo que como es normal, el niño llorará y se enfadará cuando se le diga que no puede hacer algo en concreto.
4) Los castigos son esenciales, pero está claro que los castigos deben ser firmes y se tienen que mantener. De lo contrario, el niño crecerá como si un mal comportamiento nunca tuviese ningún tipo de consecuencias y no tuviese que hacerse responsable de sus hechos.
5) A la hora de ejercer la autoridad, también es básico que los padres no se lleven jamás la contraria delante de los niños, es decir, deben llegar a acuerdos.
6) La autoridad se debe ejercer desde los primeros años de vida del niño para que aprenda a moverse con el concepto de límite y de norma, es decir, para que pueda distinguir lo correcto de lo incorrecto.
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