Entre las preocupaciones de los nuevos padres destaca el temor por la salud de su hijo: ¿cuánto pesará?, ¿estará sano?, ¿tendrá algún defecto?… Hasta hace unos años, algunos trastornos no se descubrían en varios meses. Pero los papás de hoy pueden estar más tranquilos. En todos los hospitales se realizan diversas pruebas para comprobar la salud del recién nacido y atajar, cuanto antes, todo lo que pueda afectarle.
Cuando no hay complicaciones ni más riesgo del normal y el parto transcurre sin problemas, suele ser una enfermera pediátrica quien proporciona los primeros cuidados al pequeño. Pero cuando la salud del futuro bebé corre peligro, resulta imprescindible la presencia de un pediatra neonatólogo en la sala de partos.
En cuanto el niño sale al mundo, la matrona le coloca a la altura de la pelvis de la madre para que quede al mismo nivel de la placenta, a la que continúa unido a través del cordón umbilical (por él circulan una vena y dos arterias que durante la gestación transportan oxígeno y elementos nutrientes de la madre al feto).
Probablemente, lo primero que experimenta el recién nacido al llegar al mundo es una desagradable sensación de frío: durante nueve meses ha permanecido en el útero, un lugar mucho más cálido que el paritorio. Por ello, el personal sanitario le seca lo antes posible con un paño estéril, y le cubre con una toalla calentada previamente, para que el pequeño no pierda calor.
Hace tiempo que el tradicional cachete en las nalgas para provocar el llanto del bebé ha pasado a la historia. Hoy en día se opta por métodos más suaves, como estimular las pies del chiquitín para que reaccione, en caso de que no haya llorado al sentir el contacto de las manos del ginecólogo o de la matrona. La mayoría de los niños suelen hacerlo porque notan un cambio brusco de temperatura.
Y lo mismo sucede con el cordón umbilical: ya no se corta de inmediato. A no ser que la salud del pequeño corra peligro, los médicos esperan a que deje de latir para hacer el corte y separar físicamente al niño de la madre.
Otras prácticas como bañarle nada más nacer o usar por sistema una sonda para limpiar la nariz y el estómago también están al desuso. Ahora, a no ser que el bebé no pueda respirar, las secreciones se limpian suavemente con una gasa.