El primer trimestre, ese que ya va por la mitad cuando nos damos cuenta de que estamos embarazadas, es probablemente el más importante y complejo de todo el embarazo. La nueva vida pasa de ser una ‘simple’ célula a un complejo individuo, con cientos de millones de células.
A los tres meses, cuando todavía ni siquiera se nos nota la barriga, tenemos ya en nuestro interior un ser humano ‘exactamente igual a nosotros, un adulto en pequeñito’, según palabras del doctor Juan Larracoechea (responsable de servicio de Ginecología y Obstetricia en el hospital Materno Infantil de Málaga). Mide en torno a los 6 centímetros y no pesa más de 12 ó 14 gramos. A falta de crecer y madurar, ya está completo. ¿Cómo es posible?
La unión del óvulo y el espermatozoide provoca una rápida multiplicación de células, que se reagrupan según las funciones que van a realizar. Comienza el periodo más delicado del embarazo: la organogénesis.
En pocas semanas esas células formarán todos los órganos del bebé. Y, aunque la mayoría no funcionará aún, ya estarán listos para entrenarse en las funciones que desarrollarán en el exterior.
Hacia la octava semana su cabeza es aún demasiado grande y sus extremidades muy cortas. Pero dos semanas más tarde su forma se asemeja a la de un bebé: los brazos y las piernas se han alargado, los dedos son visibles y mueve con soltura las articulaciones: muñecas, codos, rodillas y tobillos.
En ese momento no le queda mucho para empezar a bostezar, succionar e incluso saltar en todas las direcciones posibles.