Ya os indicamos que las funciones de la piel son el aislamiento y la protección del resto de órganos, evitando la pérdida de agua y de calor, la acción de los rayos ultravioletas y la invasión de gérmenes.
Los enemigos externos de la piel más perjudiciales son dos, el frío y el sol. La protección frente al frío es importante, sobre todo en recién nacidos, debido a que la regulación de la temperatura aún no es eficaz y puede haber hipotermia con más facilidad. Por tanto, debemos mantener al pequeño en un ambiente cálido y con el abrigo suficiente.
Tanto los lactantes como los niños pequeños deben protegerse del frío como los adultos, usando ropa similar a la de sus padres. Habrá que evitar el exceso de la misma, ya que, en ambientes calurosos, ir demasiado abrigado provoca un aumento de la sudoración y favorece la aparición de lesiones irritativas.
Es conveniente usar tejidos de algodón e hilo para ropas en contacto con la piel, evitando las fibras artificiales.
En lo que respecta al otro enemigo externo mencionado hay que evitar la exposición al sol de los recién nacidos y bebés menores de cinco meses, cuya piel es especialmente sensible.
Aunque esto no significa que no les pueda dar el sol ni un momento o incluso más prolongadamente en los meses fríos; pero en verano es mejor no exponerles al sol si les sacamos de paseo entre las 11 y las 16 horas.
Los filtros solares no deben sustituir al protector más sencillo y eficaz que hay que es la sombra, salvo la de las nubes, pues los rayos ultravioletas las atraviesan, de modo que la piel de un bebé puede quemarse en un día nublado en 10 ó 15 minutos.
Imagen: prensalibre