No siempre es posible prevenir un parto prematuro, pero sí que es cierto que hay una serie de cuidados prenatales (médicos, dietéticos y sociales) que contribuyen a que el embarazo siga su proceso natural.
En primer lugar, y quizá lo más importante, es que acudas con regularidad a controles prenatales desde el momento en que tengas conocimiento de tu embarazo, ya que ésta es la única forma de que el ginecólogo detecte si hay algún factor de riesgo. Si esto sucediera, lo habitual es que el especialista te explique cómo identificar los síntomas de un parto prematuro para que puedas reconocerlos lo antes posible y actúes con el tiempo suficiente para llegar a un centro hospitalario.
En el hospital siempre os mantendrán informados sobre las posibles secuelas que pueda tener vuestro bebé, así como de las revisiones periódicas y del seguimiento que el equipo médico llevará a cabo para asegurarse de que su desarrollo es normal. Lo habitual es que se realicen los siguientes controles:
- Atención nutricional y seguimiento de su crecimiento.
- Integración socio-familiar.
- Atención a la discapacidad motora, sensorial y dificultades para el aprendizaje, ya que el riesgo de parálisis cerebral en los prematuros de muy bajo peso es del diez por ciento. Las alteraciones sensoriales también incluyen el seguimiento oftalmológico y auditivo.
- El riesgo de muerte súbita es tres veces mayor que en los neonatos nacidos a término. Por tanto, habrá que tener cuidado con la posición del bebé mientras duerme (siempre boca arriba y alternando la cabeza hacia un lado y otro) y evitar otros factores de riesgo asociados como el tabaquismo, la contaminación ambiental, la temperatura alta o el abrigo en exceso.
- Son bastante frecuentes las infecciones respiratorias de vías altas repetidas.
- También es común la aparición de hernias inguinoescrotales.
- Por último estaría la deformación craneal derivada del apoyo (plagiocefalia del prematuro). Es habitual que presenten hipoplasia maxilar (seno maxilar poco desarrollado) y paladar ojival, lo que condicionará tanto la malposición dental como la maloclusión. Por consiguiente, es muy probable que el niño tenga que acudir al ortodoncista a partir de los tres o cuatro años de vida.
Imagen: savvyhealthgirl