En el primer mes, el bebé tendrá una dura tarea por delante, pese a que los adultos no se den cuente de su importancia, que será controlar sus cuerpo y sus emociones. Bostezar, llorar, o estornudar, son algunas de esas tareas que le supondrán todo un reto.
Cuando nacen, los bebés no ven bien, aunque serán capaces de fijarse en luces o formas que llamen su atención, por lo que se le podrá estimular con juguetes de colores llamativos y musicales. Sin embargo, y pese a que su vista no les permite distinguir con claridad, será capaz de reconocer a su madre a través del olfato, un sentido que tendrán muy desarrollado.
Al mes, el bebé es especialmente sensible al contacto de los padres, es por ello que cuando están inquietos, el simple hecho de que lo acunen, o le hablen con cariño, les reconfortará y tranquilizará.
El bebé con esta edad se pasará la mayor parte del tiempo durmiendo. Respecto a este tema, hay que recordar que es importante acostumbrarlo a que lo haga con los ruidos cotidianos durante el día, y en silencio por la noche, de esta forma cogerán el ritmo deseado (lo que todos los padres desean es dormir por la noche el mayor número de horas seguidas) y aprenderán a distinguir entre el día y la noche.
En proporción, la cabeza resulta más grande y pesada en relación con el resto del cuerpo, y habrá que tener especial cuidado con ella. Al principio los músculos del cuello no tienen suficiente fuerza para mantenerla, y es por ello que no pueden controlarla, por lo que habrá que prestarle atención, y mantenerla siempre bien sujeta. En el primer mes, el pequeño será capaz de levantarla durante unos breves instantes cuando se le coloca en una superficie rígida boca abajo (es recomendable hacer esto para que los músculos del cuello se fortalezcan).