La cefalea aguda es aquella que se inicia de forma más o menos brusca, y no suele durar demasiado tiempo, en general menos de cinco días. Es relativamente frecuente, y el principal problema consiste en distinguir las que se pueden considerar como normales, de esas otras (mucho menos frecuentes, por fortuna, sobre todo en la edad infantil) que deben ser estudiadas de forma más urgente.
Se suele producir cuando hay un proceso febril de por medio, debido a las subidas de temperatura. Así, no es raro que niños bastante pequeños se quejen de que les duele la frente, en este contexto de un proceso febril. Sin embargo, estos episodios suelen ser leves, y ceden con el reposo o con la toma de analgésicos comunes, a dosis relativamente bajas.
En algunos casos, las cefaleas pueden ser intensas y no ceden fácilmente, lo que puede esconder un proceso infeccioso más grave, por lo que es conveniente que siempre sean evaluadas por un profesional.
Fuera de un proceso febril, pueden deberse a múltiples motivos: lo más frecuente es que sean de origen “tensional”. Al igual que en los adultos, estos cuadros tensionales se producen generalmente por contracciones musculares, relacionadas en la mayoría de los casos con el estrés.
En otros casos, éstas también pueden darse en relación con procesos como bajadas de azúcar o elevaciones de la tensión arterial. Los episodios más graves pueden presentarse en relación a procesos severos, como tumores o hemorragias. Sin embargo, esto es muy raro en la edad infantil, y suelen generar dolores muy bruscos y llamativos, que normalmente llaman la atención de los padres y los profesionales.
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