El bebé ha crecido y se ha convertido en una personita, cada vez más independiente, capaz de realizar un sinfín de cosas, saltar, correr, comer, dar pedales, agarrar correctamente un lápiz, vestirse y desvestirse, etcétera.
Por otro lado, tenemos ya a un niño que demuestra su carácter, con su propia forma de ser y también con sus propios gustos. En todo momento habrá que respetar esto, aunque por supuesto siempre habrá que ir guiándole y hacerle ver lo que está bien y mal.
En lo referente a las comidas, muchos niños se vuelven caprichosos, y se niegan a comer lo que no les gusta. Esto en la mayoría de las familias es una pelea constante cuya solución será armarse de paciencia. Para solventar este problema, habrá que educar su paladar, ofreciéndole todo tipo de sabores y texturas, comenzando por pequeñísimas cantidades de aquello que sepamos que no le gusta, y también, a ser posible, presentándoselo en el plato de forma que llame su atención. Es cuestión de tiempo que así se habitúen, aunque como es lógico, y como le ocurre también a los adultos, siempre habrá algún alimento al que se resistirá.
En esta etapa habrá que buscar el momento para dejar el pañal, antes de que les llegue el momento de ir al colegio. Lo más cómodo para los padres suele ser el verano, época en la que los niños van más ligeros de ropa, y en la que hace calor para que los casos de “fugas” sean menos problemáticos. Como decíamos hay que buscar el momento, y durante unos días prestar más atención a los gestos de los niños, como cuando se agarran el pañal, se esconden, etcétera. En el justo momento en que los padres intuyan que el niño puede hacer pipi o caca, se le puede llevar al baño para que utilice el orinal. Decirles que se está haciendo mayor y que ya no les hace falta utilizar un pañal para bebés, suele ser una buena idea porque les motiva a aprender antes.