Las reuniones sociales ya no son lo que eran. Llegar con tu bebé en brazos a casa de tus amigos o familiares empieza a ser una tortura para sus manifestaciones de disgusto hacia las mismas personas a las que antes sonreía. Ahora parecen “nuevos” para él y puede mostrar su desagrado de formas muy distintas, dependiendo de su temperamento: en el mejor de los casos, sólo apartará la mirada, se tapará los ojos o se refugiará en los hombros de sus padres y, en el peor, llorará, gritará e incluso se tirará al suelo para dejar claro que no se fía nada del “intruso”.
Tu bebé, que hasta ahora se ha mostrado amigable con todo el mundo, ha cumplido ocho meses y, de repente, retrocede ante los extraños, uno de los primeros miedos evolutivos. Este es un fenómeno universal, que aparece en todas las culturas y de forma similar en todos los bebés de la misma edad. Empiezan a manifestar sus preferencias por sus padres, a quienes regalan siempre una gran sonrisa, pero se asustan cuando les habla o se les acerca alguien que no les resulta familiar o a quien no ven con frecuencia.
Esta reacción es una señal de madurez y, por tanto, es positiva. Refleja que tu hijo se ve a sí mismo como un ser independiente, reconoce que ya no forma parte de ti, como creía anteriormente, y esto le vuelve vulnerable y le hace ser más dependiente. Ya no es posible dejarle unos minutos solo porque protesta en cuanto te pierde de vista.
Así comienza un periodo agotador para los padres, porque al miedo a los extraños, le sigue el miedo a la separación. De un día para otro, el bebé llora cuando le dejas en la escuela infantil o cuando se queda con los abuelos, pero, sobre todo, se echa a llorar al verte salir. Los motivos obedecen a dos descubrimientos que realiza en torno a los 12 meses y que intensifican aún más este temor por los extraños.
Uno de ellos es el desarrollo del concepto de “permanencia”, es decir, el bebé empieza a asumir que las personas o las cosas siguen existiendo aunque él no las vea. Un ejemplo es cuando le escondes un juguete a un bebé de ocho meses: al dejar de verlo, no lo busca. Sin embargo, si haces lo mismo cuando tiene 12 meses, lo buscará. Sabe que tiene que estar en algún sitio, lo mismo que tú cuando te vas; por eso protesta.
El segundo descubrimiento es el uso de su experiencia anterior para predecir los acontecimientos futuros. Al ver que coges las llaves o el bolso, intuye que estás a punto de irte. Su memoria y su capacidad para la anticipación han aumentado, pero aún carece de una concepción lineal del tiempo. No sabe si regresarás ni cuándo. ¡Y eso le da mucho miedo!
Imagen: abcnews
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