Cuando el niño experimenta el miedo a los extraños, genera una serie de conductas para escapar de la situación. Normalmente, primero llama la atención de sus padres o figuras de vinculación para provocar su proximidad física y, según la edad, lo hará mediante el llanto o apartándose de la figura temida. En cambio, si los padres no están cerca, el bebé puede manifestar una elevada actividad motriz o fisiológica y, en casos extremos, cierto bloqueo o paralización.
La mejor forma de ayudarle a superar el miedo a los extraños y, en general, el resto de los miedos, es fortaleciendo su vinculación afectiva, permitiendo que sea él mismo quien vaya superando los obstáculos:
Proporciónale una base afectiva segura. El niño que posee unos padres involucrados en su cuidado, que dedican tiempo suficiente a jugar con él, a leerle cuentos y a escucharlo, tendrá una base afectiva segura, con un vínculo de apego bien establecido y, por tanto, desde esa seguridad vencerá los miedos con mayor facilidad.
Crea en casa un ambiente tranquilo. Es muy importante que el niño crezca en un ambiente previsible, sin cambios bruscos, donde se minimicen, al menos en su presencia, las disputas, las riñas o los enfados de los mayores. Los niños, desde muy temprana edad, no son capaces de entender lo que hablan los padres, pero sí intuyen su estado anímico por el tono de voz o la expresión del rostro, y esto tiene siempre un efecto sobre su estado emocional. Si el niño no se siente totalmente seguro con sus padres, difícilmente lo hará con desconocidos.
Evita reducir las relaciones sociales en esta etapa. Algunos estudios revelan que los pequeños de madres con mucha actividad social suelen extrañar durante menos tiempo, quizá porque toman como ejemplo su relajación al relacionarse con los demás.
No le fuerces a aceptar al extraño. Actúa con naturalidad, pero tampoco evites al “extraño”. Da confianza a tu bebé y sin soltarle de los brazos, habla con la persona que extraña para que no la sienta como una amenaza. No debemos forzar ni obligar al niño.
Procúrale un acercamiento paulatino. Si antes, los abuelos cuando le veían pretendían cogerle y comérselo a besos, hazles ver que ahora es mejor una aproximación paulatina y sin contacto físico que la clásica “invasión”. También podemos utilizar técnicas de distracción o “iniciar con el niño un juego de los que le gustan, si lo vemos angustiado ante una persona extraña. En el caso de que esa persona tenga que estar o quedarse con el niño, podemos intentar integrarla primero en el juego de su preferencia para que el pequeño vaya aceptándola.
Valora el “terreno de juego”. La presencia de un extraño en un lugar desconocido es doblemente aterradora para tu bebé. Ten especial cuidado si estáis en un lugar que no es familiar para él y, sobre todo, si no estáis delante.
Acostúmbrale a estar en brazos de otras personas. El contacto con otras personas de tu entorno antes de los ocho meses, le preparará para afrontar mejor la crisis del miedo a los extraños.
Imagen: collegehumor
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