La laringe y la tráquea son las porciones más altas del aparato respiratorio, por el cual circula el flujo de gases que permiten la oxigenación del organismo. Ambas se van a ver afectadas, en algún momento de la vida, por agentes infecciosos y otros mecanismos inflamatorios que provocan una obstrucción o estrechamiento de la región subglótica (la más inferior) de la laringe o de la tráquea. Cuando esto ocurre aparecen síntomas como el estridor, que consiste en un sonido agudo, duro, semejante a un silbido, que se produce durante la inspiración cuando la afectación está en la laringe, y durante la espiración cuando se afecta a la tráquea; y la disfonía o ronquera, que es un trastorno de la fonación muy frecuente en el niño, que a veces se corresponde con cambios normales en las características de la voz.
La laringitis, en ocasiones, se puede producir por problemas congénitos, que están presentes en el momento del nacimiento. Los más frecuentes son:
Laringomalacia: se desconoce la causa de esta malformación, pero es la más común. A los pocos días de nacer o a las semanas de vida se aprecia en el bebé un estridor inspiratorio que se manifiesta más intensamente durante el llanto, al comer o durante una infección respiratoria, debido a un incorrecto desarrollo o reblandecimiento de la epiglotis.
En general, no es un problema grave, mejora a los seis meses y desaparece a los 12-24 meses de forma espontánea.
Si el bebé presenta laringomalacia, es recomendable fraccionar las comidas y colocarle boca arriba siempre (tanto al dormir como cuando está despierto).
Traqueomalacia: se debe a la ausencia, malformación o reblandecimiento de los cartílagos traqueales. Ocasionalmente provoca crisis de respiración que pueden llegar a requerir intubación e, incluso, a veces puede ser necesaria la cirugía para resolver el problema. Sin embargo, normalmente, los niños que padecen este trastorno mejoran a partir de los seis meses y se curan espontáneamente a los 12-24 meses.
Membranas laríngeas y traqueales: suelen localizarse en la región glótica, contigua a las cuerdas vocales, provocando en el bebé un llanto débil, bitonal y disfónico, con mayor o menor dificultad respiratoria. Para resolverlas se precisa tratamiento quirúrgico.
Parálisis congénita de las cuerdas vocales: puede ser bilateral o unilateral. La bilateral suele asociarse a alteraciones del sistema nervioso, aunque también se puede presentar de forma aislada, mejorando a los tres meses. El estridor suele ser el único síntoma y aparece unas semanas después del nacimiento. Puede resolverse de forma espontánea al final de la época de lactante, con un buen pronóstico fonológico.
Imagen: huggies