El recién nacido por comodidad y sobre todo por la tranquilidad que supone para los padres tenerlo cerca, acostumbra, durante su primera etapa (cosa que algunos alargarán más que otros) a dormir en la habitación de los padres. Como decíamos por un lado es más cómodo porque los padres pueden atenderlo más rápidamente sin tener que salir de su cuarto durante la noche, y por otro lado les da tranquilidad al poder sentirlo cerca y poder estar atentos a él.
Sin embargo, este hecho, más tarde o más temprano tienen un fin, pero ¿cuándo es el momento perfecto? Como con la mayoría de las cosas de los bebés, tampoco en este caso se puede generalizar, deben ser los padres en esta ocasión los que estén preparados para el cambio, y ser firmes en su decisión una vez la hayan tomado.
Si la decisión se alarga hasta que los niños son conscientes de lo ocurre a su alrededor, resultará de gran ayuda que él participe en la decoración de su propio cuarto, dejarles elegir la pintura de las paredes, la decoración, y todos aquellos detalles que le animen a querer estar en su habitación. Permitirles formar parte de todas estas decisiones les alentará a quererse ir por voluntad propia a ese espacio que él mismo ha ayudado a organizar y decorar.
Por otro lado, a la mayoría de los pequeños les encanta sentirse mayores, por tanto decirles que van a dormir en una habitación de niño mayor será una forma perfecta de animarlo a hacerlo, aunque, como es lógico, no funciona con todos los niños, y es posible que aunque estén ilusionados con hacerlo, más de una vez, a mitad de la noche, se intenten volver a “colar” en la habitación de los padres.