Cuando salimos a comer fuera de casa, la primera premisa es que siempre hay que dar prioridad a los restaurantes en los que sirven cocina casera, evitando lo máximo posible los establecimientos de comida rápida. A los niños les encanta este tipo de establecimientos, porque en ellos sirven alimentos apetitosos que, muchas veces, vienen acompañados de regalos divertidos.
La comida rápida (hamburguesas, perritos calientes, pizzas, etcétera) no tiene que estar totalmente prohibida, pero ha de consumirse de manera ocasional. Su abuso puede provocar diferentes inconvenientes: exceso de calorías, consumo de azúcares simples, grasas saturadas y un aumento del colesterol.
Además, los productos servidos en los restaurantes de comida rápida contienen más sal que los preparados en casa, en parte porque el sodio se utiliza como conservante. También se añaden otro tipo de conservantes, colorantes, antiapelmazantes, estabilizantes… para conseguir el aspecto deseado en cuanto a color, olor, sabor y textura. Con todo esto se logra una mayor aceptación por parte del consumidor.
Recuerda siempre que el abuso de la comida rápida contribuye a la formación de malos hábitos alimentarios y a la obesidad infantil.
Un menú infantil como el que podemos encontrar en cualquier restaurante de comida rápida formado por una hamburguesa con queso, patatas fritas de tamaño pequeño, una bolsita de ketchup, una bebida azucarada de limón pequeña y un postre lácteo contiene alrededor de 750 kilocalorías. Por tanto, si un niño de unos 10 ó 12 años (que necesita al día alrededor de 2.450 kilocalorías) consume un menú con este aporte calórico, estará tomando en tan sólo una ingesta l 30,6 por ciento del total calórico que precisa en todo el día (el 32,6 por ciento en el caso de una niña).
Pero no solamente eso, sino que también su organismo estará recibiendo un claro exceso de hidratos de carbono, de grasas saturadas, de sodio y de colesterol. Esta situación sería aún más desequilibrada si el pequeño escogiera los tamaños más grandes en lugar de los que se ofrecen en los menús infantiles.
Otro ejemplo similar sería el de un menú formado por una proción de pizza de queso, una ración de patatas gajo con salsa barbacoa, una bebida pequeña de refresco azucarado y un postre de chocolate, que aporta alrededor de 700 kilocalorías.
En cualquiera de estos casos y también en los que los menús son muy calóricos, aún sin ser considerados como comida rápida; tenemos que ser conscientes de que se está incrementando el riesgo de que nuestros pequeños sufran obesidad.
Imagen: foxnews