Uno de las enfermedades más habituales en los niños es la otitis, que es una inflamación de alguna de las zonas del oído. Dependiendo de la zona afectada, se hablará de: otitis externa (cuando afecta a la parte externa del conducto auditivo), u otitis media (si la zona afectada está más interior, detrás del tímpano).
Los restos de agua después del baño, un resfriado (los mocos pasan de los conductos de la nariz al oído muy fácilmente), y por supuesto los virus y las bacterias, son los causantes de las otitis de los pequeños. La enfermedad se diagnostica fácilmente, en cuanto el pediatra revisa los oídos del niño introduciendo en el interior el aparato propio para ello, el otoscopio. De esta forma, verá sin complicaciones, si el niño sufre una otitis de algún tipo.
Los síntomas también suelen dejar claro cuál es el problema del malestar del bebé, y frecuentemente los pequeños se frotarán las orejas o se tirarán de ellas, tendrán fiebre (más o menos alta), estarán especialmente irritables, sufrirán trastornos alimentarios, llorarán frecuentemente, etcétera. En los casos más graves, cuando se perfora el tímpano, saldrá líquido del oído o pus del interior del oído.
Algo que recomendarán todos los pediatras es limpiar bien la nariz del niño varias veces al día, utilizando suero o agua de mar, para despejarla de la mucosidad. Un alto porcentaje de los casos de otitis se resuelve sin necesidad de antibióticos, y siempre será el pediatra el que lo recete, nunca hay que administrárselo por cuenta propia, y, en el caso de que el médico lo recete (el antibiótico más utilizado en estos casos es la amoxicilina), habrá que completar la medicación con la cantidad estimada hasta completar el periodo que el especialista ha estimado.
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