Pongámonos en el caso de haber tenido un bebé prematuro de 32 semanas que, tras pasar 25 días en la incubadura sin padecer ningún problema importante, recibió el alta hospitalaria. Eso sí, a los padres les indicaron una serie de medidas y cuidados específicos para su bebé. De estas indicaciones lo que más les llamó la atención es la serie de vitaminas para el pequeñín, sobre todo la D, que se la han de dar hasta que el niño cumpla su primer año. Al preguntarler al pediatra les indica que es para evitar el raquitismo. Y como padres nos preguntamos, ¿por qué pasa esto si el niño no ha tenido nada y está muy fuerte?
El raquitismo consiste en la baja mineralización de un hueso en crecimiento. Los niños prematuros tienen un alto riesgo de desarrollarlo, porque tienen más demanda de calcio y de fósforo que los recién nacidos a término. Como consecuencia de la prematuridad pueden tener dificultades en la alimentación, con ayunos prolongados y una malabsorción intestinal.
Por otro lado, también tardan un tiempo en tener luz ultravioleta suficiente por estancias prolongadas en las unidades neonatales. Por ello, si se interviene administrando precozmente vitamina D3 en forma de gotas y suplementos de calcio desde edades muy tempranas (también puede ser necesario el fósforo), y se hacen controles de análisis, el riesgo desaparece.
Gracias a esto no se presentarán secuelas tan importantes como las que se veían hace años como el retraso en el crecimiento (baja talla) y la debilidad muscular.
Lo mejor es seguir los consejos del pediatra, pues la prevención es esencial en el seguimiento del bebé prematuro.
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