Tras haber tenido el primer hijo, los padres se plantearán más tarde o más temprano si deben tener o no otro hijo. Muchos irán a por el segundo hijo por convicción, porque realmente desean ver ampliada su familia, pero habrá otros que tomarán la decisión pensando en el hijo ya existente, con la idea de que no crezca sin la compañía de un hermano. Es cierto que dos hermanos podrán a llegar a compartir juegos, sobre todo entre los que no haya mucha diferencia de edad, y también es cierto que muy probablemente a lo largo de su vida encontrarán apoyo uno en el otro… aunque no siempre es así, ya que hay muchos casos en los que nunca llegan a crear una base afectiva sólida.
Hoy por hoy es más frecuente que en las familias se den casos de hijos únicos, cosa que antes era muy poco probable. La incorporación de la mujer al trabajo ha dado lugar a que esto sea así, la madre tiene menos tiempo y un segundo hijo resulta añadir un trabajo más a su apretada agenda. Esto, en muchos casos, hace que la mujer se sienta culpable por no tener tiempo para sus hijos, aunque, como ya hemos dicho alguna otra vez, no se trata de tiempo sino de calidad. De nada vale que una madre esté todo el día con su hijo si no le dedica tiempos exclusivos a él, por tanto, si una mujer trabajadora puede sentarse durante media hora a hablar o a jugar con su hijo, ese tiempo dedicado será de calidad y le aportará al niño la atención que necesita. Unido esto, algunas mujeres tienden a recompensar su falta de tiempo dándole al primer hijo un compañero de juegos, una decisión que por supuesto está en manos de los padres, pero que no se recomienda que se tome teniendo en cuenta tan solo el hecho de “dar un hermanito” al hijo que ya tienen.
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