Pese a lo que algunos pueden llegar a pensar, el niño que es hijo único puede llegar a ser igual de feliz que otros niños que tienen hermanos. Es cierto que el hijo único no va a contar con otro niño en su entorno inmediato con el que compartir sus juegos, pero la carencia de compañía la va a saber superar con unas mayores dotes de fantasía, y es que, al tener que jugar solos cuando está casa, va a suponer que estos niños disparen su imaginación y creatividad.
Se tiende a pensar que los hijos únicos son seres egoístas, consentidos y malcriados, sin embargo esto está lejos de lo que realmente suele ser, ya que la mayoría de estos niños destacan por ser más generosos y ordenados que los que tienen hermanos (esto no hay que tomárselo al pie de la letra porque lógicamente en ningún caso se puede generalizar). También se cree que los niños que no tienen hermanos maduran antes, tienen una mayor estabilidad emocional, su desarrollo lingüístico es mejor… todo esto puede deberse a que los padres tienen dedicación exclusiva hacia un solo niño.
Uno de los mayores problemas que pueden surgir en los hijos únicos, es que muchos de los padres tienen a sobreprotegerlos. Al no tener hermanos los padres se vuelcan en ellos y además también contarán con más medios para hacerlo. Esto puede desencadenar en miedos que les surgen a los padres, que pueden tender a evitar todo tipo de “peligros”. Con esto lo único que se conseguirá es contagiar el miedo al niño, el cual además podría llegar a aislarse y refugiarse en un entorno seguro y lleno de comodidades.
Con todo esto, concluimos diciendo que un hijo único no tiene porqué convertirse en un bicho raro y que podrá ser igual o más feliz que aquellos otros niños con hermanos.
Foto obtenida de: mybirthorder.com.