Ninguna postura está prohibida, por lo que lo mejor es dejarse guiar por la lógica. Es decir, en general hay que evitar movimientos violentos y procurar no oprimir en exceso el abdomen materno. Evidentemente, conforme avanza la gestación y el tamaño uterino aumenta, la gestant puede encontrarse más incómoda con ciertas prácticas y posturas. De hecho, no se aconsejan aquellas posiciones en las que se estimule en exceso el cuello uterino o que generen dolor.
Especialmente al final del embarazo hay que evitar la postura tradicional del misionero, porque el peso del útero presiona los principales vasos sanguíneos. En estos momentos, lo mejor es que la mujer se coloque sobre su pareja o que la penetración se realice por detrás.
Hay que ir probando y abandonando las posturas que no nos agraden, cambiándolas por otras en las que nos encontremos a gusto. El sexo no es sólo penetración, hay muchas maneras de disfrutar de la intimidad de la pareja y compartir el deseo sexual; y precisamente el embarazo os puede descubrir nuevas prácticas. Aunque en el caso del sexo oral hay que evitar que la pareja sople aire en la vagina, porque puede producir problemas en los vasos sanguíneos y perjudicar al bebé.
Al feto no le afectan las relaciones sexuales: está protegido por el líquido amniótico y el tapón mucoso cierra fuertemente la entrada al cuello del útero.
El momento del orgasmo tampoco perjudica al futuro bebé, es más, puede resultar beneficioso para él porque estimula su circulación sanguínea. Aunque las contracciones uterinas que se producen con el orgasmo no son suficientes para desencadenar el parto en pacientes sin riesgo de amenaza de parto pretérmino, la liberación de oxitocina y protaglandinas durante las relaciones sexuales en mujeres con una cierta modificación del cérvix uterino sí que puede favorecer el parto.
No obstante, ante cualquier duda, dirígete a tu ginecólogo.
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