La función del colon es extraer agua de las heces y cuanto más tiempo estén paradas, más duras y secas se vuelven, y más difícil es expulsarlas fuera. Las heces grandes expanden el colon, debilitando sus músculos y haciéndolo menos sensible. Como cada vez que salen las heces provoca dolor, el niño lo evitará cruzando las piernas, moviéndose, danzando, haciendo gestos, andando sobre los talones o escondiéndose.
Eventualmente, el recto y la parte baja del colon se encuentran tan llenos que resulta difícil retener las heces cerrando el esfínter anal. Así es como salen pequeñas cantidades de heces, generalmente blandas, que originan el manchado de la ropa interior. Cuando el esfínter se relaja pueden salir cantidades mayores de heces, casi líquidas, sin que el niño pueda evitarlo, ya que los nervios ya no mandan señales de lo que está ocurriendo para poder controlar la defecación. Muchos padres interpretan estas heces como diarrea, y consultan al pediatra por ello.
Algunos padres pueden mostrarse frustrados al ver que a sus hijos no les importan estos “accidentes”, que suelen ocurrir durante el día. La indiferencia de los niños puede ser debida a la negación, ya que algunos no soportan la vergüenza y el sentimiento de culpa; pero también podría ser debido a que su cerebro deja de percibir los olores que emiten sus deposiciones porque se acostumbra.
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