Si, por el contrario, el bebé se alimenta con leche de fórmula, la introducción de nuevos alimentos se debe iniciar a los cuatro meses (a esta edad se le comienza a dar la papilla de cereales sin gluten).
Hacia los doce meses de edad, el lactante debe recibir una variedad de alimentos distintos de la leche, a pesar de que ésta sigue siendo un alimento básico.
En la etapa preescolar, y muy influenciado por el ejemplo de los adultos, se comienzan a adquirir preferencias, aversiones y hábitos que serán difíciles de modificar hasta etapas muy posteriores, por lo que el establecimiento de patrones saludables en esta edad es de crucial importancia.
Los malos hábitos adquiridos en el periodo que comprende el inicio de la alimentación complementaria pueden tener repercusión a medio y largo plazo, como sucede con la carencia de hierro y el exceso de ingesta de proteínas en la alimentación infantil.
De hecho, hay estudios que indican que una ingesta alta de proteínas en la infancia temprana, puede traducirse en un incremento de la ganancia de peso en la infancia y en la obesidad posterior, cuando sea adulto. Según datos de un estudio nutricional realizado en España, que tenía como objetivo evaluar la ingesta de nutrientes en niños de cero a tres años (estudio ALSALMA), la ingesta de proteínas en este grupo de edad duplicaba la ingesta de proteínas diarias recomendadas.
Imagen: allabouthealth
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