Parece que la palabra “aburrimiento” , en esta última época, y cuando hablamos de aburrimiento infantil, está mirada con terror por los padres. Hoy por hoy, se intenta a toda cosa que un niño nunca llegue a sentirse aburrido y se buscan mil soluciones para mantenerlos entretenidos. Pero… ¿se hace lo correcto?
La repuesta a esa pregunta será diferente dependiendo de a quién se le haga. Hay expertos que aseguran que el aburrimiento debe formar parte de la vida del niño, al igual que el resto de estados, llegando a decir que el aburrimiento puede llegar a desarrollar la creatividad o la autoestima.
Esta teoría no es descabellada. Si el niño se aburre, empiezan a saltarle las alarmas, ya que a ellos no les gusta ese estado. Por tanto, empiezan a cavilar buscando una solución por ellos mismos. Unos optarán por coger papel y lápices y, muy probablemente, otros muchos se pondrán a lloriquear pidiendo ver la televisión o jugar a la consola. En cualquier caso, será él el que haya buscado la solución y no los padres.
Un momento de aburrimiento, que temen los padres, son los viajes. En la mayoría de los casos, antes de embarcarse en la aventura, se le acostumbra a dar al niño varias posibilidades para que no se aburra… una película en el DVD, un iPad o consola para jugar, diferentes juguetes que terminarán por el suelo, etcétera. De esta forma, lo que se consigue, es que los niños se pierdan la oportunidad de contemplar el paisaje, evitando esos momentos que todos los padres de hoy pasaron, dejando volar la imaginación e incluso haciendo su propias reflexiones. También, el ir de viaje sin otras distracciones, ofrece una excelente oportunidad para que padres e hijos puedan hablar de un sinfín de temas.
Imagen: c.e. delohery