La paciencia, como venimos diciendo hasta ahora, es primordial a la hora de educar a los niños. Respirar y relajarse antes de que los nervios “estallen” ayudará a esquivar muchos momentos incómodos.
Prevenir esos momentos, evitará que los niños terminen con un disgusto, y que los padres acaben arrepintiéndose de las medidas tomadas. Es habitual que, cuando se quiere que el niño deje de hacer algo, o que haga lo que se le está pidiendo, se recurra a la amenaza: “si no dejas de gritar, estas castigado”. También es habitual, tender a decir “no” en un primer momento, y después, cuando el niño está montando la pataleta, arrepentirse de no haber sido más permisivo.
Por tanto, para evitar esos momentos incómodos, hay que tener en cuenta:
– No recurrir a castigos, si no está totalmente seguro, de que finalmente se van a cumplir. Una vez se le haya impuesto, hay que llevarlo a cabo.
– Plantearse si realmente se le dice “no” porque es imposible que la respuesta sea “si”. Ante la duda, siempre es mejor sentarse con el niño y plantear la situación para ver cómo se puede llegar a un consenso. Igualmente si se le ha dicho “no”, no es producente cambiar después de idea. Hay que evitar ser controlador, a no ser, por supuesto, que exista una razón de peso para no dar el permiso que están pidiendo.
Si aún así, la batalla comienza y los nervios se han alterado, lo mejor es hacer un alto, darse espacio entre los padres e hijos, y retomar más tarde la discusión… después de reflexionar, lo más probable es que, por ambas partes, se vean las cosas de otra forma y más calmadas.
Imagen: Whitstable Oyster Festival