En algunos casos, el divorcio puede deteriorar las prácticas de crianza, por ejemplo, con la aparición de padres autoritarios, más dados a utilizar castigos físicos y con una menor disponibilidad emocional con sus hijos. Esa falta de apoyo emocional puede acompañar al niño en todo su desarrollo, provocando carencias en su edad adulta.
Si nos vamos a un extremo de separación traumática con manipulación y en el que niño no se haya visto acompañado a nivel emocional durante su infancia, cuando sea mayor tendrá problemas para expresarse efectivamente, lo que puede traducirse en un bajo apego con sus propios hijos. Los niños pequeños necesitan cuidados físicos, pero también aprendizaje emocional, algo que se logra con cariño y contacto humano.
No se trata de hacer de los hijos de padres divorciados unos niños mimados con muchas cosas materiales, sino todo lo contrario. Aunque los adultos pasen menos tiempo del que desearían con ellos, ese tiempo debe ser de calidad, es decir, jugando de tu a tu en el suelo o en el parque, intercambiando experiencias, practicando deporte juntos, etc.
Imagen: preschooler
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