Un 4% de los niños presentan una convulsión febril en algún momento de su infancia, generalmente entre los seis meses y los cinco años, edades en las que los niños tienen más infecciones.
No se sabe por qué unos la tiene y otros no. Este ataque, que está desencadenado por una temperatura elevada secundaria a un proceso infeccioso, suele aparecer el 1-2 día del proceso febril y durante el episodio se pierde el conocimiento, los labios adquieren una coloración azulada y la mirada se desvía. Los músculos pueden estar rígidos o presentar sacudidas. Tras varios minutos cesan los movimientos y el niño recupera el conocimiento, quedando generalmente adormilado.
Hemos de tener muy claro que las convulsiones febriles no tienen nada que ver con la epilepsia, ya que en ésta no se presenta fiebre. La probabilidad de que repita la convulsión febril está relacionada con la edad (es mayor cuanto más pequeño sea el niño en el primer episodio) y si repite suele ser en más de un 50% entre los 6-12 meses de la primera convulsión.
Si se repite, es importante mantener la calma, colocar al niño tumbado y de lado, no ponerle nada en la boca, comprobar que respira bien, no arroparle y controlar cuánto tiempo dura. A pesar de padecer estas convulsiones febriles, todos los niños llevarán una vida completamente normal y no precisarán ninguna medicación especial.
Imagen: greenparenthood