El diálogo entre padres e hijos, a veces puede parecer una cuesta arriba. Muchos son los padres que se quejan de lo difícil que resulta a veces sentarse a hablar con ellos, bien porque no encuentran las palabras o la forma de hacerlo, o bien porque los niños, o adolescentes, se cierran en banda.
Sin embargo, hay que hacer un esfuerzo por conseguir una comunicación fluida con los hijos, ya que, la comunicación, es la única forma de que los problemas no vayan a mayores.
Hablar con los hijos, aportará a los padres todo esos datos que deberá saber. Si los padres saben lo que preocupa a los niños, y lo que sienten, podrán aconsejar y guiar a los niños. Esto debe ir en ambas direcciones, es decir, que si el padre o madre, está inquieto por algo, debe transmitírselo al niño (siempre teniendo en cuenta la edad del niño y las formas de hacerlo). Si ellos ven, que sus padres confían en ellos, les resultará más fácil después, hablar de sus “problemas”.
Encontrar las palabras apropiadas, a veces puede parecer una misión imposible. Pero esto puede resultar sencillo, si la familia está acostumbrada a dialogar. Si no es algo que haya sido habitual hasta el momento, no hay que tirar la toalla, y habrá que ponerse con ello lo antes posible. En el caso de que los niños sean mayores, y se pretenda comenzar a dialogar, siempre es mejor hacerlo poco a poco, de forma que el niño no se sienta presionado a hablar. Es mejor ir pasito a paso, intentando ganarse la confianza del niño poco a poco. Con constancia y paciencia, lo más probable es que el niño termine por hablar de lo que preocupa.
Un ejercicio que se podría practicar, es dedicar una vez a la semana, media hora de charla, intentando que sea un rato con papá y otro con mamá, aunque después se haga una tercera sesión familiar, ya que es posible que el niño tenga más afinidad con uno de los padres.
Imagen: Jeromy Shepherd