La inyección anticonceptiva, como su propio nombre ya nos indica, se trata de una inyección que se administra intramuscularmente (método anticonceptivo), y que servirá para evitar embarazos, al igual que ocurriría con las clásicas píldoras anticonceptivas. A primera vista parece una solución ideal, ya que tan solo habrá que ponérsela cada tres meses, por lo que resultará más difícil olvidarse de ella, que con las pastillas que hay que tomar diariamente.
Sin embargo, y aunque parece la idea perfecta, la inyección anticonceptiva no se recetará en todos los casos, sino tan solo, en aquellos en los que la mujer tenga unas circunstancias especiales, como en el caso de que, por cualquier motivo, ella no pueda tomar la píldora o usar otros métodos más habituales.
Las razones de que no se administre en todos los casos son principalmente por sus efectos secundarios:
– Los períodos menstruales pueden volverse irregulares.
– Se debe evitar en casos de que la mujer sufra diabetes, tenga la presión arterial alta, o tenga inflamación en las venas, entre otros problemas.
– Si la mujer piensa quedarse embaraza en un plazo medio, es mejor evitar esta inyección, ya que, aún después de haber dejado este tratamiento, es posible que el ciclo menstrual no aparezca durante algunos meses.
– Además, los efectos secundarios se podrían alargar durante los tres meses que dura el efecto de la inyección, o prolongarse en algunos casos.
Como se puede comprobar, pese a que la inyección anticonceptiva parece una gran solución a primera vista (no hay que recordar todos los días tomar la pastilla), el ginecólogo no la va a recetar así como así, por tanto, habrá que seguir su criterio.