El miedo a la oscuridad (que está considerado un temor evolutivo) es sin duda, una etapa normal en el desarrollo de los pequeños. Hay estudios que arrojan datos en los que uno de cada tres niños de edades comprendidas entre los tres y cinco años tiene miedo a la oscuridad. Aunque la proporción es elevada, no implica que haya que dejarse sin tratar, ya que es necesario ayudar al pequeño a superarlo, para que la noche sea “ese momento de descanso”, evitando que derive en una fobia de mayor gravedad.
Estudios llevados a cabo por investigaciones conjuntas de las Universidades de Murcia y Elche, concluyen que el temor a la oscuridad se engloba en los miedos infantiles habituales, afirmando que suele surgir a partir de los 18 meses de vida, pero que lo normal es en la franja de entre tres y cinco años, pudiéndose extender hasta los ocho o nueve. Como ya hemos mencionado, lo consideran un miedo evolutivo (normal en el desarrollo del menor).
Aun siendo algo “normal” hay que tomar medidas para que este miedo no se transforme en fobia (nictofobia o escotofobia), afectando gravemente a quien la padezca.
El primer consejo, para erradicar el miedo a la oscuridad, sería este:
– Utilizar ell juego, como principal medio de llegar a los más pequeños, se puede usar para plantear juegos “clásicos” en los que se tengan que vendar los ojos (la gallinita ciega, poner la cola al burro, romper una piñata). Ayudando, estas actividades, a que los pequeños interactúen en su medio sin ayuda de la vista. También se pueden desarrollar juegos en la penumbra, como las “sombras chinescas”, o reconocer objetos a través del tacto, etc. Son maneras divertidas de hacer ver al pequeño de que no sucede nada por estar sin luz.