1. Te das cuenta de que eres más fuerte de lo que jamás hubieses imaginado y además, descubres que puedes ir más allá de tus propios límites.
2. Piensas menos en ti y mucho más en tu bebé. Es decir, el nivel de egoísmo disminuye.
3. La forma en la que ves a tus padres también cambia porque ahora tienes una visión más realista de todo lo que ellos hicieron por ti.
4. Te fijas más en otros niños cuando juegan en el parque. Te llaman la atención imágenes que antes hubiesen podido pasar desapercibidas ante tus ojos.
5. Tu orden de prioridades ha cambiado de una forma notable hasta el punto de que existe un contraste evidente representado en el antes y el después de la llegada del niño.
6. Valoras detalles que antes no valorabas tanto, por ejemplo, esos instantes de soledad, o el placer de una ducha caliente y relajante.
7. Tienes la sensación de no poder llegar a todo y aun así sientes que ya no haces un montón de cosas que antes te encantaban. En ese caso, recuerda que se trata de una situación temporal.
8. Aprendes a gestionar mucho mejor tu tiempo para poder atenderlo todo.
9. Existe menos espacio para los planes románticos.
10. Descubres que quieres sin límites a una persona. Un amor incondicional que es distinto a todo lo que habías sentido antes.
Foto – Eliana Nieves
Fuente – Baby Center