Pongámonos en el caso de que nuestro niño de 4 años no crece al mismo ritmo que el resto de niños de su edad. Come bien pero no estamos seguros de proporcionarle una buena dieta dada la falta de crecimiento y, cuando acudimos al pediatra, éste nos indica que el niño se encuentra dentro de las curvas normales de crecimiento y poco más. Si ambos progenitores somos de talla normal, ¿qué debemos hacer?
El crecimiento está programado genéticamente en el óvulo fecundado, que es lo que llevará al niño a tener una talla adulta determinada y en un tiempo concreto. Esta determinación genética requiere hacer una serie de comentarios. Ni los suplementos vitamínicos, ni el exceso de proteínas o hacer ejercicio incrementa la talla final, pero una alimentación incorrecta, en cantidad o calidad, pueden interferir en la programación genética de la talla y no llegar a ella.
La talla de un niño depende, fundamentalmente, de la talla de los padres, casi siempre de la mezcla genética de ambos, acercándose a la denominada “talla diana”. Hay un grupo de niños que tiene la denominada “talla corta familiar” que es una variante de la normalidad, y existe otro grupo de niños con “retraso constitucional del crecimiento y desarrollo”; son niños pequeños durante la infancia, pero no después.
Tienen una pubertad retrasada y se pueden identificar estudiando la maduración de los huesos mediante una radiografía de la mano y, como son niños normales, no necesitan ningún tratamiento.
Lo mejor es volver al pediatra para que nos ayude a identificar si el niño pertenece a este grupo.
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