Una vez que se tiene el diagnóstico, es el momento de comunicárselo a la pareja y de plantear diferentes alternativas a su problema. Sin embargo, esto no es sencillo. El diagnóstico de un problema de infertilidad o esterilidad suele suponer una auténtica crisis vital para las personas que lo padecen y sus parejas.
Recibir la noticia sobre la infertilidad de uno de los miembros de la pareja provoca desde un primer estado inicial de shock emocional, seguido por sentimientos de negación, confusión, temor, tristeza, incredulidad, culpa, excitabilidad e inquietud. A las dudas y esperanzas sobre la efectividad o no de los tratamientos, se une el miedo al fracaso, la soledad o el ocultamiento social del problema.
“Cuanto menos lo pienses, más fácil será que te quedes embarazada”. Este consejo es habitual decírselo a las mujeres que están deseando convertirse en madres, pero, hasta ahora, se hacía sin ninguna base científica. Y por primera vez, la ciencia da la razón a esta creencia popular.
Investigadores del Texas A&M Health Science Center (Estados Unidos) acaban de demostrar que el estrés preconcepcional, medido a través de un biomarcador, reduce en un 29% las posibilidades de concebir en un año. Los investigadores reunieron a 501 parejas que trataban de concebir un hijo de forma natural y las siguieron durante un año. Para medir el estrés, los investigadores se apoyaron en el análisis de la presencia de dos hormonas en la saliva de las mujeres participantes, el cortisol y la alfaamilasa, que se comparó con el tiempo que tardaba en lograr un embarazo.
Se trata del primer estudio que demuestra una relación entre la presencia de marcadores de estrés en saliva y un mayor tiempo para lograr un embarazo, además de ser el primer trabajo (esta vez sí, en todo el mundo) que asocia estos factores con la infertilidad.
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Foto | Davi Ozolin