Los niños necesitan gafas de sol, al igual que los adultos. Estas gafas no deben ser unos simples cristales tintados, sino que, dependiendo de las condiciones de luminosidad en las que vaya a usarlas, deben tener unas características especiales en sus cristales, las cuales permitan el filtrado en mayor o menor intensidad de la radiación ultravioleta.
Así, no es lo mismo utilizar una gafa de sol en la ciudad que usarla para esquiar, pues la radiación ultravioleta será diferente y necesitaremos un filtrado mayor cuando hacemos esquí que cuando paseamos por la ciudad.
Esa cualidad viene garantiza por los controles que deben pasar esas lentes y será nuestro óptico la persona más indicada para aconsejarnos, en base a nuestras necesidades, lo que es mejor para nuestros ojos y no solo la gafa más bonita por su aspecto sin considerar lo más importante que es la calidad del cristal.
Este es un tema muy importante pues una adaptación y un uso incorrecto o una gafa que no cumpla las condiciones debidas, no solo no será útil, sino, lo que es peor y mucho más peligroso, puede causar un daño irreparable para la visión, pues puede dañar la zona más sensible de los ojos como es la mácula y ocasionar déficit visuales irreparables.
Por ello es necesario que un acto tan simple como la elección de una gafa de sol, incluso aquellas que no sean graduadas, lleve siempre el consejo de una persona con conocimientos suficientes para ello y nadie mejor que un optometrista.
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