Un secreto es una información confidencial que queda en el ámbito de la intimidad entre el dueño de ese secreto y la persona con la que decide compartirlo. Guardar un secreto de una forma responsable implica un grado de madurez que no es propio del niño puesto que por una cuestión de edad, no ha tenido tiempo de tener ese grado de inteligencia emocional. Para un niño, guardar un secreto es algo que va en contra de su propia naturaleza cuando no comprende el motivo por el que no puede contar algo.
Guardar ese secreto le produce una tensión interna que no puede resistir. Los padres pueden cometer el error de pedir al niño que no cuente un secreto. Una petición que puede ser especialmente posible en una situación de divorcio cuando el niño ocupa de forma equivocada el rol de medio. En ese caso, la información de uno de los padres plantea preguntas en el otro cónyuge.
A los niños no se les debe pedir que guarden secretos sino darles información adecuada para su edad en un lenguaje adaptado a su edad que les dé seguridad y confianza. Los secretos pueden transmitir a los niños cierta sensación de oscuridad. Por otra parte, de acuerdo a su seguridad personal, también se les debe dar indicaciones prácticas, por ejemplo, que no hablen con desconocidos en la calle.
De hecho, se debe de ofrecer una educación abierta a los niños para que entiendan que no deben tener secretos con sus padres que son quienes les quieren de verdad. La confianza se cultiva a través de la palabra. Crear un ambiente de diálogo en casa compartiendo momentos de sobremesa en famlia es saludable.
Foto – Sanutri