Existen tres tipos diferentes de anestesia que se le puede poner al niño ante una intervención; será en anestesista quien decidirá, según el caso en concreto, cuál de estos tres tipos se va a utilizar.
- General: en este caso los anestésicos se pueden inhalar o introducirse por vía venosa (esto se hace normalmente a partir de los siete años) y rápidamente produce un sueño suave y placentero.
- Regional: se aplica sobre una región concreta del cuerpo, en zonas más extensas que la local, pero el niño no está dormido. Puede ser práctica para intervenciones de muy corta duración, pero no es la más indicada con niños, sobre todo con los más pequeños, porque son un tipo de pacientes que no pueden estar despiertos durante las cirugías. Están rodeados de gente desconocida y separados de sus padres.
- Local: presenta menos riesgos, pero al igual que la anestesia regional, no se suele utilizar sola en el caso de los niños.
Mínimos riesgos
La anestesia, según la Sociedad Española de Antestesiología, Reanimación y Terapéutica del Dolor, altera los reflejos normales, de forma que algunas de las defensas del organismo dejan de funcionar. Evidentemente, toda anestesia conlleva su riesgo, pero cada vez es más segura. Al despertar, el niño puede vomitar o presentar náuseas e incluso mostrar desorientación y alteraciones del sueño. Sin embargo, este tipo de reacciones desaparecerán a las pocas horas.
Si los pequeños pacientes no tienen ninguna enfermedad previa asociada y su estado físico es bueno, y si el anestesista es un profesional preparado, que controla el proceso en todo momento (mediante tecnologías cada vez más avanzadas), no tiene por qué haber ningún problema grave.
Cada paciente y tipo de intervención es distinta, y dependiendo de ello habrá que valorar los diferentes riesgos que puedan existir. Ante cualquier duda, consulta a tu pediatra, él será quien mejor conoce al niño y pueda informarte.
Foto | Christiaan Triebert