Para comprender el proceso mediante el que los hijos imitan los comportamientos de los padres es necesario hablar del aprendizaje por observación o imitación, también denominado técnicamente como “aprendizaje vicario” o “aprendizaje social”. En muchas ocasiones, las personas no aprenden por experiencia directa, sino a través de lo que observan que le ocurre a otras personas o bien a partir de lo que estos cuentan, es decir, por transmisión de información.
La persona que aprende es entendida como “observador”, el cual recoge los aprendizajes y los incorpora a su repertorio intelectual. Por su parte, a la persona observada se le denomina “modelo”. Para entenderlo, piensa en los casos de las personas que presentan, por ejemplo, una fobia a subir en avión. Muchas de estas personas no han sufrido ningún evento traumático de tipo aéreo, pero sí que pueden haber escuchado en las noticias que a otros les ha ocurrido.
La observación y la transmisión de información, unidos posteriormente a otros factores, son suficientes para que la persona adquiera reacciones emocionales tan fuertes como una fobia. Piensa ahora por un momento, la cantidad de actuaciones en tu desempeño, mensajes, creencias, actitudes, etcétera, que transmites a tus hijos a lo largo del día. Es importante que tomes conciencia de tu papel como modelo que está “modelando” la conducta de sus hijos en una dirección u otra.
El proceso de aprendizaje por imitación
Es importante que conozcas los pasos del aprendizaje por imitación para saber cómo “modelar” a tus hijos. En este sentido, un proceso de aprendizaje debe contar siempre con tres elementos: factores personales, el ambiente o contexto y la conducta. Para que se lleve a cabo un aprendizaje por imitación deben seguirse los siguientes cuatro pasos:
- Atención: los modelos atractivos captan nuestra atención hasta el punto que podemos llegar a separar su comportamiento del entorno. Los niños suelen imitar al progenitor que les resulta más atractivo o más parecido a ellos (por ejemplo, las niñas a las madres). En algunos casos quieren hacer lo mismo que sus hermanos mayores, obviando un hecho importante: su hermano es mayor.
- Retención: mediante las abstracciones de los acontecimientos (lo que el niño observa que hacen sus mayores; leer, gritar, etcétera) y las representaciones verbales (lo que sus mayores le cuentan).
- Reproducción motora: el niño repite la acción observada comparando su propio desempeño con el recuerdo de lo que observó. Este último supone un proceso mental e interno no observable.
- Motivación: es fundamental para que se dé el paso anterior. Para ello, los padres deben reforzar la repetición de la conducta llevada a cabo por el niño (por ejemplo: “Muy bien, ya lo haces como mamá”, “Qué bien, has aprendido a hacerlo como lo hacía yo”). Posteriormente, cuando el niño crece y/o la conducta está establecida, será suficiente con el autorefuerzo.
¿Cómo ser un buen modelo para mi hijo?
- Los modelos nunca se imponen: la mejor forma de conseguir que tu hijo haga lo contrario de lo que tú haces es imponiéndole tu forma de actuar o de pensar. El modelo debe ser elegido por tu hijo y tendrás mucha más atracción para él si le das libertad para elegirte.
- Los modelos deben cometer fallos: los padres tienen mucha tendencia a emplear frases del tipo: “Yo a tu edad ya sabía…”, “Yo nunca me he equivocado como tú…”. Este tipo de modelos no son reales, por lo que los hijos no los imitan, bien porque no se los creen o bien porque se ven tan lejos de ser como ellos que directamente desisten en el intento. Si quieres que tu hijo imite tu comportamiento es importantes que emplees frases como: “A mi me pasaba como a ti, pero mira, ahora he aprendido a hacerlo así”.
- El niño debe ser capaz de sentirse identificado con el modelo: si tienes en cuenta los dos aspectos anteriores este objetivo estará cumplido casi en su totalidad. No obstante, hay que tener en cuenta las diferencias de género, etcétera, que actualmente siguen siendo importantes en nuestra sociedad y que pueden llevar a un niño a elegir un modelo respecto a otro.
- El modelo debe tener éxito y dificultades en su conducta: lógicamente no imitamos a las personas que para nosotros no tienen éxito en su conducta. Pero tampoco a aquellas que parecen no tener ninguna dificultad para alcanzar sus objetivos en la vida, ya que los consideramos en “otra liga”. En este sentido es importante que cuando quieras enseñar una conducta a tu hijo, este vea como, a pesar de que te cuesta, tienes éxito en la misma. Imaginemos que quieres que tu hijo se acostumbre a esforzarse en sus estudios. Tú puedes empezar a hacer lo mismo de la siguiente manera: “Bueno, estoy cansada, pero tengo que preparar este trabajo para mañana…” Cuando acabes dices en alto: “¡Por fin he acabado, qué tranquila estoy!”. Al día siguiente verbalizas a tu hijo lo bien que te ha ido al entregar el trabajo a tiempo, a pesar de lo poco que te apetecía hacerlo.
- El modelo debe reforzar la conducta modelada: es fundamental para el aprendizaje que la conducta sea reforzada. El mejor refuerzo para los niños es el reconocimiento por parte de sus padres que, en algunas ocasiones, puede combinarse con algún premio material.
- Ojo con lo que dices delante de ellos: algunos padres se asombran de que sus hijos sea miedosos cuando ellos mismos les están constantemente transmitiendo que el mundo es peligroso (por ejemplo: “Cuidado que te caes”, “Se te va a romper”, “No te tires al agua que te puedes ahogar”). Una cosa es transmitir precauciones a tu hijo y otra es prepararle para vivir en Jurassic Park.
La imitación no lo es todo
En los tiempos que corren, algunos padres con un bajo nivel educativo o poco éxito profesional se preocupan porque su hijo no estudie o no se esfuerce por conseguir más de lo que ellos consiguieron. Que tu familia pertenezca a un gremio determinado influye de forma importante en la conducta del niño, pero también lo puede hacer justo de manera contrario, tanto es así que algunos hijos se convierten en personas completamente diferentes a lo que eran sus padres. Los intereses personales, las facilidades ofrecidas, las influencias externas a la familia… son fundamentales a la hora de determinar en lo que nos convertimos.
Fotos | Francis Storr; On Being; Jamie McCaffrey; Melissa Eleftherion Carr.