El agua es el principal componente del organismo y representa del 60 al 80 por ciento del peso corporal, variando la proporción con la edad y la cantidad de grasa de cada persona. El lactante, además de una riqueza en agua superior a la del niño mayor, tiene más cantidad de agua extracelular y un balance muy dinámico con un recambio elevado, circunstancias que le hacen especialmente vulnerable a las alteraciones del metabolismo hidromineral.
Sus necesidades diarias son aproximadamente 150 ml/kg peso/día, aunque varían notablemente con la temperatura, las pérdidas anormales de líquidos y la carga de solutos de la alimentación.
Hasta los seis meses
El alimento ideal del lactante nacido a término es la leche de su madre que garantiza todas sus necesidades nutritivas hasta los seis meses de vida, por lo que durante esta etapa, un niño sano y correctamente alimentado no necesita tomar agua.
Pero no siempre se dan las condiciones ideales para que esto sea así y existen determinadas situaciones que pueden modificar las necesidades hídricas del niño:
- Las pérdidas digestivas, como cuando hay vómitos y diarrea.
- Las pérdidas urinarias, como en la infección de orina o la disminución de la capacidad de concentración del riñón, como en el caso de la prematuridad.
- Las pérdidas insensibles excesivas, caso de presencia de fiebre, o días de máximo calor.
Además, si se le da al niño leche de fórmula, hay que vigilar el aumento de la concentración osmótica de los biberones. Por eso es tan importante la preparación correcta de los mismos y no poner más polvo de leche que el que corresponde exactamente al agua añadida.
En todos estos casos sí es recomendable darle al niño una mayor cantidad de agua y esto se debe hacer ofreciéndosela en un biberón. La cantidad que hay que darle dependerá del problema a resolver y debe de ser su pediatra quien te lo indique.
Complemento a la leche materna
A partir del sexto mes la leche materna necesita ser complementada con pequeñas cantidades de otros alimentos; es lo que se conoce como diversificación alimentaria, que se caracteriza por la introducción progresiva y reglada de alimentos líquidos o sólidos, diferentes de la leche materna o de fórmula adaptada, en la dieta del lactante.
A partir de esta edad ya hay que empezar a ofrecerle agua al pequeño. Muchos niños la rechazan incialmente, y es normal, pero hay que seguir insistiendo, para lograr que termine aceptándola. En cuanto a la cantidad, no hay que ser extremadamente rígidos, midiendo exactamente lo que toma.
¿Agua potable?
En el agua se debe valorar su calidad (grado de potabilidad) como sustancia química y los minerales que contiene. El primer valor se rige por las normas de la Comunidad Económica Europea, de La Organización Mundial de la Salud y en nuestro país por regulaciones legislativas específicas.
Su contenido en minerales no solo influye en el sabor, sino en la llamada dureza del agua. El grado de dureza está influido principalmente por el calcio y el magnesio y en menor grado por el zinc, aluminio, hierro y estroncio.
El agua potable está exenta de bacterias y virus cuando se somete a una correcta cloración. Habitualmente también está exenta de parásitos, pero, para que esto sea seguro, se precisa que el agua se haya filtrado a través de unos poros que impiden su paso, reteniéndolos. Una manera sencilla de inactivar los posibles quistes (de Giardia) o los ooquistes de cryptosporidium (parásitos a los que me refería) es la ebullición del agua.
Según La Organización Mundial de la Salud basta con hervir el agua durante un minuto desde el momento en que se inicia la ebullición en la superficie. Se recomienda añadir un minutos más por cada 1.000 metros de altitud sobre el nivel del mar. Hervir el agua durante más tiempo modifica sus principales componentes, provocando, entre otras cosas, que se concentre el sodio, lo que resulta perjudicial para le niño.
Se recomienda hervir el agua hasta los seis meses, porque a partir de esta edad los niños tienen su sistema inmunitario más maduro.
Apuesta por el agua envasada
El agua de bebida envasada no necesita hervirse, pues por definición está exenta de virus, bacterias y parásitos, por lo que puede utilizarse directamente. En nuestro país existen tres tipos: minerales naturales, de manantial y aguas potables preparadas.
Las aguas minerales naturales tienen una composición mineral constante y por tanto pueden indicar ese nombre en la etiqueta del envase. Su naturaleza es mineral, y su pureza original, ya que su origen subterráneo protege el acuífero de contaminaciones químicas o bacterianas.
Lo que siempre debemos hacer es adquirir aguas embotelladas que tengan suficiente información sobre su composición química en la etiqueta y, por supuesto, estar pendientes de la correcta hidratación de nuestros pequeños.
Fotos | Gabriel Ortiz; Abigail Batchelder; vteijido
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