Cuando el niño lleva todo el invierno con mocos, no ha salido de un catarro y se mete en otro, cuando ha estado más tiempo en casa enfermo que en la escuela infantil, cuando van llegando estas fechas, nos surge la duda: ¿y no tendrá alergia?
Desde que empezó la escuela, el niño lleva ya unos cuantos meses con mocos, toses y catarros además de itis variadas, esto es un sinvivir, los padres no encontramos explicación.
Los pediatras nos cuentan que es normal, que el contacto con otros niños hace que los virus circulen, que las clases cerradas por el frío favorecen que los gérmenes campen a sus anchas, que los pequeños están desarrollando la inmunidad, que los mocos y la tos son sus defensas, en fin, nos dan muchas justificaciones que a veces, como padres, no nos satisfacen. Es un poco desesperante.
Muchos papás toman la vía de en medio y se echan en brazos de la botica. Dan a sus hijos jarabes para la tos ineficaces; homeopatía fraudulenta; expectorantes, mucolíticos y otros brebajes que irritan el estómago sin llegar a conseguir ningún resultado; preventivos de todo tipo que aseguran que el niño no se volverá a constipar; pócimas para aumentar las defensas que nunca estuvieron bajas; en fin, los papás pueden llegar a gastar un dineral que no resuelve nada.
Pero, llegado abril, mayo o junio, aparece la solución en forma de vecina en el parque. Los padres han empezado a salir un ratito con sus hijos después del colegio a tomar los incipientes rayos de sol. El niño juega en los columpios o el arenero y la conversación de las madres vuelve a ser fluida. La del quinto, que todo lo sabe, dirá la frase mágica: “Oye, ¿no será una alergia?”, y a la mamá desesperada se le enciende una luz cegadora que parece acercarle al final del túnel: “Cuenta, cuenta”.
Ya desde marzo, y a veces antes, cualquiera que estornuda asegura tener alergia. En enero o febrero empiezan con síntomas los alérgicos a las arizónicas, en abril los de las gramíneas, en junio los del olivo, hay para todos. Las conversaciones, aparte de quejas sobre el malestar, vienen a justificar lo que les está ocurriendo a sus narices. ¿Pero será esto aplicable a los mocos del peque?
A los bebés no les afecta el polen
Los niños pequeños no tienen alergias inhaladas, estas son extremadamente raras a su edad. Sus alergias no entran por nariz y ojos como en los mayorcitos. Durante los dos o los tres primeros años, sufren alergias alimentarias a la leche, el huevo, las legumbres, los frutos secos, algunas frutas, etc. Las alergias por contacto también son excepcionales, a esta edad las urticarias en la piel, es decir, cuando se llenan de habones, están producidas… ¿Por quién iba a ser? Por nuestros amigos los virus.
El sistema inmunitaria del bebé no está desarrollado al completo, no es capaz de reaccionar exageradamente a lo que le entra por la nariz, como el polen.
Si los padres son alérgicos, es muy probable que el niño también lo sea, pero no ahora, sino más adelante. De momento, tendrá problemas con la leche o el huevo, será atópico de piel delicadita, pero será sobre los cuatro o cinco años cuando empiece su alergia. Esta podrá ser a pólenes o a animales, aparecerá cuando su sistema inmune empiece a aclararse y decida qué le gusta y qué interpreta como un extraño al que debe atacar.
Así que los mocos y los catarros son producidos en un 99,9% de los casos por virus. No pongo un 100% porque seguro alguno de vosotros, queridos lectores, dirá eso de: “Pues el mío sí es alérgico”. Vale, el tuyo es especial y sí lo es. Lo respeto.
Entonces, si esos catarros no son por alergias inhaladas, sino por virus, ¿por qué a veces les mandan antihistamínicos? Pues no lo sé, eso se lo tendréis que preguntar al médico que tira de receta.
Los otorrinos son muy dados a ello basándose en que estos medicamentos reducen los mocos, y es cierto, en el mayorcito que sí es alérgico, sí le alivian, pero en el peque no tienen ninguna utilidad, más que dejar tranquila a la mamá agobiada, porque ya está dándole algo a su hijo.
En la actualidad usamos demasiado medicamentos sin ton ni son, abusamos de los antibióticos cuando no hay bacterias y de los antihistamínicos cuando no hay alergias. Hay que utilizar los justos.
Fotos | Theodore Scott; LB1860
[…] que dejen varios teléfonos de contacto en los que se les pueda localizar permanentemente. Los niños con alergias alimentarias deben llevar siempre un auto-inyector de adrenalina, que se aplicará en caso que presenten algún […]