La deshidratación es una disminución de la cantidad de líquido existente en nuestro organismo, lo que provoca una falta de agua del interior de las células. Esta situación se produce cuando la cantidad de líquidos ingeridos es menor de la que se elimina, como consecuencia de las distintas funciones orgánicas (la sudoración, la orina, la propia respiración…).
Además, los niños presentan mayor riesgo de deshidratación, por lo que debemos prestarles mucha más atención. En los recién nacidos, la deshidratación es un problema muy grave y que se puede dar con relativa facilidad: el ochenta por ciento de su organismo está formado por agua, que pierde con mayor facilidad que los adultos. Por eso, es muy importante que en verano vigilemos mucho al bebé.
Si tu bebé toma el pecho, hasta los seis meses está perfectamente hidratado solo con la lactancia materna. No necesita nada más. Si hace mucho calor, ofrécele a menudo el pecho y tendrá el suficiente líquido. Si se alimenta con biberón, entonces deberás ofrecerle agua entre las tomas y, sobre todo, sigue escrupulosamente las medidas de agua y leche en polvo que te indique el pediatra.
Además, es bueno conocer los síntomas de la deshidratación: poca orina, de color amarillo oscuro, labios y piel secos, ojos hundidos, ausencia de lágrimas, fontanela hundida y la falta de elasticidad en la piel. Si a tu bebé por algún motivo le ocurre, acude inmediatamente al médico y en el trayecto dale a beber cucharaditas regulares de suero o prueba a amamantarle.
¡Que no falte líquido!
El organismo humano es incapaz de producir el líquido que necesita, por lo que es necesario proporcionarle las cantidades adecuadas a través de los alimentos y de otros líquidos. De hecho, se calcula que del total del agua necesaria, un 20-25 por ciento proviene de los alimentos y un 75-80 por ciento de las bebidas.
Además de llevar un estilo de vida saludable, tenemos que aportar a nuestros hijos una dieta equilibrada. Por tanto, les proporcionaremos un correcto estado de hidratación si les ofrecemos sopas, frutas y verduras, y si les ayudamos a variar el consumo de líquidos incluyendo en su día a día, además del agua, diferentes bebidas como son los zumos de frutas, lácteos, batidos, bebidas ricas en sales minerales, etcétera. Además de hidratar y calmar la sed, su sabor facilitará que nuestros niños beban más.
Si llevas a la práctica estos consejos, estarás evitando la deshidratación de tus hijos.
Reponer líquidos
Una mínima pérdida de líquidos repercute en el funcionamiento del organismo. Al perder el uno por ciento, aparece la sensación de sed; si se pierde el dos por ciento, se reduce el rendimiento y la resistencia, y a partir del cinco por ciento se puede producir una aceleración del ritmo cardíaco, apatía, vómitos y espasmos musculares.
Tomar líquidos es suficiente en caso de una deshidratación leve. Es mejor suministrar con frecuencia pequeñas cantidades de líquido, en vez de forzar al bebé o al niño a beber una cantidad grande de líquido de una sola vez, ya que esto puede producir más vómitos.
En los casos de deshidratación moderada a severa, puede ser necesaria la hospitalización del paciente y la administración de líquidos intravenosos. El pediatra intentará determinar y luego tratar la causa de la deshidratación.
No permitamos que pequeños descuidos nos desbaraten los planes este verano. Mantengamos cien por cien hidratados a nuestros pequeños y a nosotros mismos y pasemos las mejores vacaciones de nuestras vidas.
Fotos | Andrew Seaman; Jessica Lucia