¡No se concentra! ¡Le cuesta mucho entender como se hacen las cosas!… Estas reclamaciones de los padres son más habituales de lo que la gente cree. La atención es un prerrequisito cognitivo, es decir, es fundamental para que otros aspectos mentales que se refieren a la capacidad de las personas se desarrollen. Es por ello que es necesario potenciarla y tenerla en cuenta en el proceso de estimulación de los más pequeños del hogar.
Instrucciones claras y cortas, y no repetir
Cualquier aprendizaje (cognitivo, emocional, social…) requiere de un proceso experiencial para adquirirse. Algunos tenemos más facilidad para aprender en ciertas áreas y menos en otras, pero para saber si realmente existe un déficit en un proceso de aprendizaje, sea el que sea, nos debemos exponer al proceso de aprendizaje de manera constante.
Las explicaciones o instrucciones que demos a los niños deben ser afirmativas, claras y de una longitud corta.
No podemos irritarnos cuando repetimos instrucciones a nuestro hijo y no nos hace caso. Si de lo que estamos informando al niño es de algo que ya conoce y a la primera o segunda (si tenemos dudas de que no nos ha oído) no actúa, debemos actuar nosotros sin darle atención verbal o visual (si no nos hace caso apagamos la televisión, se queda en el rincón de pensar, no le decimos nada ni le miramos, mientras nosotros nos dedicamos a hacer algo que nos interese), independientemente de que esto provoque una rabieta.
Si no lo hacemos así, su capacidad de atención no se estimula, ya que se habitúa a las repeticiones constantes de lo que tienen que hacer por parte del adulto y esto se generaliza a otros contextos como la escuela, casa de los tíos, relación en el parque con amigos…
Reforzar conductas positivas
Debemos reforzar de manera social, emocional y clara las conductas positivas (por ejemplo: “Hoy has prestado mucha atención durante la comida y las tareas, así que haremos sesión doble de cuentos esta noche cuanto te acuestes, ya que sé que te fascina”).
Tener un espacio físico para cada actividad favorece la capacidad de atención (por ejemplo: trabajar las fichas en la misma mesa y con pocas distracciones, comer siempre en la misma mesa en una determina casa…). Igualmente, una actividad como el juego puede tener contextos más flexibles, siempre que el niño adquiera responsabilidades en la recogida de los juguetes y juegos.
Limitar los tiempos de atención
Si el niño desea hacer una actividad, aunque se haya portado bien, es bueno que potenciemos tareas adicionales cortas, ya que en esos momentos tiene mucha motivación por su objetivo (por ejemplo: quiere ir a jugar, pero se le pide que esté bien sentado hasta que la manecilla del reloj esté en una determinada posición -el tiempo varía según la edad-).
Potenciar situaciones de calma en la rutina diaria del niño para que sea consciente de que a veces puede hacer que su cuerpo y mente estén muy activos (cuando corre o juega con otros niños), pero que igualmente él mismo tiene el poder de hacer que su cuerpo y mente estén tranquilos para pensar mejor (sesión de masaje semanal donde pedimos que verbalice como se siente, diez minutos para respirar con música tranquila junto al adulto…).
Pautas específicas de estimulación
- Identificar un número entre otros: ya sea mediante una hoja donde podemos dibujar un círculo lleno de números diferentes y donde tiene que discriminar uno en concreto, ya sea mediante una actividad diaria, como puede ser identificar un número concreto de camino al parque (por ejemplo: en las matrículas, publicidad de las paredes, portales…).
- identificar las letras de una palabra entre muchas: cogeremos una hoja donde arriba esté escrita una palabra que elegiremos según el nivel de dificultad que precise en ese momento nuestro hijo. Entonces podemos hacer un dibujo de un muñeco y hacer una nube de conversación donde pondremos letras (podemos variar la cantidad según la dificultad que queramos). El objetivo es que los pequeños de la casa identifiquen las letras de la palabra de referencia, cuando lo consigan podemos ponerle otra palabra modelo.
- Jugar a identificar las diferencias en dos dibujos: podemos coger dos dibujos que tengan algunas diferencias entre sí, y dejar que nuestro hijo intente descubrir cuáles son; seguramente se deje algunas, por lo que le enseñaremos estrategias que le servirán para otras situaciones (por ejemplo: vamos a repasar de izquierda a derecha y después de arriba a abajo).
- Jugar a clasificar: podemos usar cartas con dibujos donde algunos dibujos se relacionan según el campo semántico o alguna cualidad concreta (ropa, objetos amarillos, cosas pequeñas…). O podemos coger una hoja con diferentes objetos dibujados y preguntarle si hay alguno que se parece a otros en algo. Es muy importante que ellos intenten solucionar la situación demandada antes de darles la respuesta o pistas. Para incentivar esta tarea podemos pedirle que coloree del mismo color los objetos que tienen alguna relación entre sí.
- Ordenar secuencias visuales y explicar la historia: la capacidad de temporizar las situaciones vividas exige la capacidad de planificación, por ello, cuando el niño ordena secuencias visuales y posteriormente le incentivamos a que nos cuente la historia provocamos que regule y mejore esta capacidad. Si el niño se ha equivocado en algo no es necesario corregirle a la primera, ya que en muchas ocasiones cuando empiezan a contar la historia ellos mismos perciben que una parte de la secuencia no tiene sentido, caen en la cuenta y se autorregulan.
- Planificar el día: al principio del día podemos hacerle un esquema verbal de lo que se va a hacer a lo largo del mismo o hacer que forme parte activa de esa decisión (“¿Quieres ir primero a casa de la abuela o al parque? ¿Por qué?”); este esquema verbal puede ir acompañado con apoyo visual en los más pequeños. Una vez se ha detallado la planificación lo interesante es preguntarle al niño lo que recuerda y aportarle estrategias para recordar esa planificación (“¿Te acuerdas por qué dijimos de ir al parque primero? Porque está de camino a casa de la abuela”).
- Potenciar la organización mental en base a su motivación: cuando acabáis de ver una película, espectáculo, o habéis ido a algún lugar que le ha gustado, es un momento ideal para que, con calma, le pidáis que os cuente paso a paso todo lo que ha sucedido de una manera divertida (“Recuérdame lo que hemos hecho y así esta tarde se lo contamos a tus primos que les va a encantar”). La capacidad para ubicarnos en un tiempo y organizarnos favorece nuestra sensación de control en el ambiente, ya que si no somos conscientes de los tiempos podemos vernos superados por las metas que conlleva cada contexto.
- Juegos donde el tiempo esté presente: podemos practicar juegos donde apuntemos el tiempo en una cartulina visible en el cuarto (juego de las parejas, hacer una torre con bloques, colorear un dibujo sin salirse…). Así, pasados los días, podemos hacer la misma tarea y ver si se ha mejorado o no. En el caso de que no se haya mejorado se puede asesorar al niño en qué estrategias son más importantes (más vale ir tranquilo, pero que coloques todo más seguro, recuerda que cuando leemos te lo pasas bien porque me escuchas atentamente, aquí puedes pensar que estás así de atento también…) y volverlo a intentar más adelante.
Si somos demasiado repetitivos, y estamos todo el día como un “disco rallado”, su capacidad de atención no se estimula, ya que se habitúa a las repeticiones constantes de lo que tiene que hacer. Recordad que mediante el juego podemos enseñarles técnicas para estar más atentos y concentrados.
Fotos | Jason Mrachina; Abigail Batchelder; Quinn Dombrowski