En muchas de nuestras entradas, hemos mencionado un sinfín de veces, que con los niños siempre hay que armarse de paciencia. A la hora de ir a dormir, en el momento de la comidas, cuando se ponen a hacer los deberes… cientos de situaciones, requieren que papá y mamá, respiren cuenten hasta 10, y después, más tranquilos actúen.
Que a los padres se les agote la paciencia es algo más que normal, sin embargo, hay que hacer un sobresfuerzo cuando se quiere salir bien parado de las situaciones. Los nervios y el estrés, no ayudan nunca a resolver los conflictos, al contrario, la cosa suele empeorar a medida que se la situación va subiendo de tono.
Sin embargo, es muy difícil poder controlarse, parar y respirar. Algunos padres tienen este punto más controlado que otro, y siempre es determinante el carácter de cada uno y el de sus hijos. Pero hay que hacer un esfuerzo, y plantearse el tema de respirar, y contar antes de actuar o hablar, para que a la larga, en la vida familiar sea más fácil la convivencia, y no se terminen escapando de las manos esas situaciones de “conflicto”.
El otro lado del tema, es la impaciencia. ¿Cuántas veces apretamos las tuercas a nuestros hijos para que tomen una decisión rápida? ó, ¿cuántas veces terminamos los padres tomando esa decisión porque nos “cansamos” de esperar a que se decida? Probablemente, esto es algo que a muchos les habrá pasado en algún momento, y hay que decir, que no es nada beneficioso. Los niños tiene que aprender a tomar decisiones, y a no depender de los padres para tomarlas, pero para que lleguen a eso, se les debe dar la oportunidad de hacerlo, aunque eso implique que estemos mirando un escaparate durante minutos, hasta que por fin el niño haya sopesado los pros y los contras, compre un determinado artículo, en vez de otro.
Que los padres dominen la virtud de la paciencia, es importante, no solo para salir airosos de un buen puñado de situaciones, sino también, para que los niños aprendan también a tenerla. Si papá o mamá, pierden la paciencia habitualmente, los hijos lo que van a ver es que su contrario, es decir, la impaciencia, es lo que es lo “normal”. Como en casi todo, no podemos pedirles a ellos que sean paciencias, si nosotros, los padres, no somos capaces de controlarnos antes de que asalten los nervios.
Agobiarse y perder los nervios, no ayuda nunca. Un ejemplo: en los primeros días de vida del bebé, es muy habitual, que al pequeño le cueste mamar. Se retira del pecho, lo vuelve a intentar, llora y se vuelve a apartar… en definitiva, el niño tiene hambre, pero sin embargo, sin que la madre sepa porqué, en esa situación algo no funciona. La madre, lo intenta una y otra vez, y finalmente acaba nerviosa y sintiéndose frustrada por no poder calmar al bebé. Ciertamente, esta situación lleva a pensar un sinfín de posibles razones por las que el niño no termina de comer. Sin embargo, darle vueltas una y otra vez, mientras el bebé sigue llorando, desembocará en un episodio angustioso para madre e hijo. Si lo que se está haciendo no funciona, es mejor parar, pasar a hacer otra cosa, e internarlo de nuevo cuando ambos estén calmados. Que la madre acabe llorando impotente, no solventará el problema, y lo único que se conseguirá es que el niño se ponga más nervioso.
Este es tan solo un simple ejemplo de entre miles, pero la idea de cómo actuar viene a ser la misma en casi todas las situaciones… Parar, respirar, pensar, y actuar o hablar cuando se esté más tranquilo.
Parece fácil decirlo, pero que a los padres no les salten los nervios más de una vez al día, es algo realmente complicado. Los niños tienen una energía inagotable, siempre quieren más, y habitualmente quieren hacer lo que más les apetece en cada momento. Esto es normal, y saber templar los nervios para conseguir una meta en cada situación, a veces resulta complicado, especialmente cuando llega la noche y los padres llevan el cansancio acumulado.
Pero como venimos diciendo en anteriores entradas, hay que armarse de paciencia, primero porque los niños responderán mejor y, por tanto, será más fácil que hagan lo que se les está pidiendo. Y segundo, porque si se consiguen controlar los nervios, los propios padres también terminarán más relajados y reducirán el tiempo que necesitan para conseguir que el niño termine por hacerles caso.
Hablábamos que ante una situación en la que papá o mamá están a punto de perder la paciencia, lo mejor es sentarse, respirar y contar hasta 10. Esto suele funcionar. Pero, hay que tener en cuenta otros puntos como el de ser flexibles con los hijos, en la medida que se pueda. No siempre es posible hacer lo que quieren, pero si es lo fuera, no hay que negarles todo por sistema, ni hacer las cosas de la forma en que las hacen los padres.
Por ejemplo, si queremos que se acostumbre a poner la mesa, hay que dejarlo que lo haga a su modo. Después, le podemos preguntar por qué ha colocado las cosas de tal o cual forma, y escuchar su respuesta (siempre hay tiempo para enseñarle, si sus formas no resultan muy útiles). El simple hecho de hacerlo y de haber resuelto cómo hacerlo, ya es un gran paso y si se le elogia, la siguiente vez lo hará en cuanto los padres se lo digan.
Para mantener la calma y no perder los nervios a veces pueden ayudar tomar algunas medidas preventivas. Por ejemplo, estamos intentando trabajar en casa, y el niño viene y va, sin parar de pedirnos cosas. Ser previsor antes de ponernos a la tarea, puede ayudarnos en gran medida. Dejarles las cosas a mano (dependiendo de la edad del niño, como es lógico, podrán acceder a unas u otras), cubrir sus necesidades del momento, y hablar con ellos. ¿Cómo plantearse esto último? Podemos seguir estos consejos:
- Explicar a los niños que papá o mamá tienen que hacer determinado trabajo, mostrándoles lo que tienen que hacer, cómo y la finalidad. Aunque sean pequeños no importa, será cuestión de tiempo que entiendan todo. Esto valdrá, tanto para esos padres que se llevan el trabajo a casa, como para los que tienen que dedicar un rato a las tareas de la casa.
- Añadir a la explicación un aliciente… si ellos dejan un rato sin interrupciones, papá o mamá, acabará antes, y pueden ir al parque, jugar en casa, o hacer algo juntos que motive al niño.
- Enseñarles a ser independiente, ir al baño y limpiarse solos, echarse agua en un vaso, aprender dónde está cada cosa en casa… serán factores fundamentales para que el niño se vaya independizando y no esté constantemente pidiendo que le hagan cada cosa.
Los padres saben lo difícil que resulta a veces hacer cualquier cosa cuando hay un niño en casa que se empeña en estar detrás, pidiendo cosas, llorando, y montando pataletas porque sus papás en ese momento no le prestan toda la atención que él quiere. Después de un rato, intentando realizar la tarea con un niño llorando, perder la paciencia será algo más que normal, pero, como decíamos, pongamos medidas antes.
Fotos | Teymur Madjderey; Julie, Dave & Family; Steve Baker; Lindsey Turner