Si ponemos a un lado las cosas imprescindibles, como el comer, el beber, el dormir, etcétera, se podría decir que lo más importante para un niño es el cariño y el afecto de sus padres. Un niño que se siente querido y apoyado, será un niño seguro de sí mismo y sobre todo será un niño que crecerá feliz.
Hablar con los hijos, de forma sosegada y en un tono de voz que les haga creer en sus padres, será algo vital durante su crecimiento. E igualmente importante, es el hecho de evitar enfados, gritos y peleas delante de ellos, más aún cuando en esos enfados ellos no tienen nada que ver, como ocurre cuando el padre y la madre discuten en su presencia por cualquiera que sea el motivo. Por tanto, los malos rollos deben quedar tan solo entre los adultos sin que los niños se vean involucrados, ni muchos menos utilizar a éstos como forma de agredir a la pareja.
Que los padres aprendan a aceptar al niño tal y como es, es un paso primordial con el que se demostrará el verdadero cariño, puesto que el cariño no solo son besos y abrazos, es también saber comprenderlos y dar la importancia que se merece a cualquiera de sus inquietudes.
Hoy en día es complicado que los niños pasen mucho tiempo con los padres, y es por ello, por lo que ese poco tiempo debe ser bien aprovechado, utilizándolo para hablar de lo que les ha ocurrido durante el día, prestando interés por todo aquello que pueda preocuparles, o simplemente dejándoles dar rienda suelta a su imaginación y escuchando esas historias fantásticas que tanto les gustan. Un sitio y un momento perfecto para charlas, es en la mesa y durante las comidas, el hecho de conseguir que toda la familia se siente en el mismo momento y compartan lo vivido durante el día (sin encender la televisión por supuesto), es algo que resultará muy gratificante para todos.