Hablamos que un parto es inducido, cuando se provoca de forma “no natural”, es decir cuando se utilizan técnicas concretas artificiales para que el bebé salga antes. Esto no es algo que los médicos hagan de manera habitual, ya que por regla general se agotarán todos los recursos antes de producir el parto de esta forma.
De todas formas, un parto natural, no siempre es posible, y se dan algunas causas que el médico considera peligrosas. Es entonces cuando se podrían plantear la inducción, que podría terminar en una cesárea.
¿En qué circunstancias tomará el médico esta decisión?, pues aquí enumeramos algunos casos, como por ejemplo:
– Cuando la mujer entra en la semana 41 y sigue sin ponerse de parto por sí misma.
– En el momento en que se crea que el feto sufre de alguna forma, o si se considera que es demasiado grande para que el parto siga su curso de forma natural.
– Si el feto tiene alguna enfermedad, como puede ser una incompatibilidad de Rh.
– Si la madre tiene alguna enfermedad importante como puede ser diabetes, enfermedad renal, o si sufre preeclampsia y resulta imposible controlarla ni con reposo ni medicación.
– En el caso de que exista una rotuna de membranas y la fecha de finalización de la gestación está próxima.
– Siempre que la placenta de problemas y deje de funcionar correctamente poniendo en peligro la vida del futuro bebé.
– Si, aun habiendo señales de parto, la mujer no consigue dilatar lo suficiente o simplemente si no se consigue la dilatación.
Si se dan cualquiera de estas circunstancias, u otras que el médico considere decisivas para inducir el parto, se procederá a administrar algún tratamiento para madurar el cuello uterino: se romperá manualmente la bolsa de las aguas, se administrará oxitocina y analgésicos que ayuden a la maduración, se utilizarán óvulos vaginales, u otras técnicas para intentar que finalmente el parto, siempre que sea viable, con algo de ayuda termine siendo natural.