Evita días de viento fuerte y de lluvia, principalmente, y de frío intenso por debajo de los cero grados centígrados. Elige para pasear las horas más cálidas del día, entre el mediodía y las cuatro de la tarde y procura no salir en las primeras y las últimas horas del día, cuando las temperaturas son más bajas.
Evitar los cambios bruscos de temperatura, que se producen de un ambiente cálido a uno frío, es decir, de casa a la calle, o de un ambiente frío a uno cálido es fundamental. El frío no es el peor enemigo del bebé, sino los cambios bruscos de temperatura. Debemos estar muy pendientes del calor corporal del niño, que tiene mayor facilidad para sufrir una hipotermia o un golpe de calor.
Sirve de ayuda vestir al bebé “como una cebolla”, es decir, a capas para quitarle o ponerle ropa según las necesidades del momento. Cuando vuelvas a casa o entres en un sitio con calefacción, es recomendable quitarle inmediatamente toda la ropa de abrigo, aunque para ello debas despertar al bebé. Así evitarás que tu hijo empiece a sudar y sufra un golpe de calor o el sudor se le quede frío, se enfríe y tenga más probabilidades de enfermar.
Imagen: paperblog
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