Diferentes estudios sostienen que el apego a la figura materna (persona que cuida al niño; madre, padre, abuela, cuidadora, etcétera) garantiza que el niño no va a alejarse más de una distancia prudencial de esta. Sin embargo, esto no siempre sucede así y muchas veces nos llevamos un susto al ver que hemos perdido al niño.
A pesar de que los padres tienden a culpabilizarse cada vez que pierden a su pequeño: “Soy una mala madre”, “Estoy despistadísima, es por mi culpa”, “No le presto demasiada atención”…, lo cierto es que estos malos ratos, ocurren sin significar que los padres no lleven a cabo unos cuidados adecuados hacia el mismo.
A partir de los 3-4 años los niños pueden perderse con facilidad y si precisamente esto no ocurre y no existen tantos niños desaparecidos en centros comerciales, etcétera, es porque realmente la gran mayoría de los padres tienen unos adecuados cuidados hacia ellos. Sin embargo, aún así, a veces, ocurre. El principal motivo por el que se pierden los niños es por su impulso o necesidad exploratoria.
A partir de los 18 meses, la capacidad de los pequeños para desplazarse hace que experimenten una sensación de autosuficiencia e independencia. Ambas sensaciones son sanas y permiten al pequeños explorar el mundo, por lo que, dependiendo de su edad, se alejará más o menos del padre/madre. Aunque nos dé miedo que se pierda, debemos respetar esta nueva etapa exploratoria, y fomentarla, con el fin de que el desarrollo social y de la personalidad del pequeño sea el más adecuado.
Sin embargo, es conveniente que entre los tres y los siete años extrememos las precauciones cuando acudimos con un niño a un centro comercial, a la playa, etcétera.
¿Cómo preparar al niño por si se pierde?
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