Otro asunto que preocupa bastante a quien se plantea ser madre por Inseminación Artificial de Donante (IAD) es la seguridad con respecto al donante. Su hijo va a llevar la genética de otra persona y que esta persona sea sana importa mucho.
De acuerdo con la Ley de reproducción asistida, cualquier varón mayor de edad y hasta los 35 años, carente de enfermedades hereditarias e infecciosas que se puedan transmitir por el semen (VIH, hepatitis B y C y enfermedades de transmisión sexual), puede ser donante.
Además de la salud del donante de esperma, otro aspecto que resulta inquietante es la identidad del mismo. En nuestro país, la identidad de estos donantes, que colaboran de forma solidaria y altruista, queda absolutamente protegida. De manera que, para la familia, esta persona permanecerá en el anonimato.
La clínica de reproducción asistida nunca facilitará los datos del donante a los padres, ni viceversa. Y aunque se puede contar con la certeza de que ese donante cumple los requisitos óptimamente, las madres no pueden seleccionarlo. A pesar de ello, las clínicas buscan candidatos cuyas características físicas (color de ojos, de piel, de pelo…) sean similares a las de las mujeres receptoras, con el objetivo de que sus hijos compartan rasgos físicos con ellas.
Una vez acabado el proceso y tras dar a luz, comienza la aventura definitiva: la maternidad en solitario. Iniciar la maternidad sin pareja es ciertamente una decisión difícil, valiente y comprometida, y la mujer tendrá que asumir la educación de su hijo sola, algo que, en principio, no tiene porqué suponer ningún problema.
Madres solteras: El proceso de IAD
Foto | Jason Lander