Los juegos están presentes en todas las etapas de nuestra vida, desde la infancia hasta la niñez, y en todas ellas queremos “ganarlos”. Es especialmente en la infancia cuando los juegos tienen no solo una función lúdica, sino también un importante valor educativo. Los juegos enseñan a los niños a pensar, a desarrollar valores y, cuando ellos pierden, les ayudan a hacer frente a aquellas situaciones que no van tan bien como les gustaría.
En lo que respecta a esto último, algunos niños muestra un “mal perder”. La incapacidad de hacer frente a la frustración que les genera el hecho de no haber ganado les conduce a comportamientos desajustados.
El control de la frustración
Es importante tener en cuenta la diferencia entre una reacción normal o adaptativa cuando los niños pierden, y la que no lo es. En este sentido, que aparezca frustración por haber perdido es absolutamente normal. No pasa nada si tu hijo verbaliza su malestar por haber perdido o no le apetece seguir jugando, aunque en tal caso siempre es bueno animarle a continuar.
Sin embargo, cuando el niño se enfada de una forma importante, llevando a cabo comportamientos desajustados hacia él o hacia otras personas, su reacción ante el hecho de perder comienza a ser un problema. Ejemplo de esta conducta son las pataletas, pegar portazos, chillar a otras personas e incluso pegar a otros niños. También son una muestra de ello no querer jugar cuando creen que van a perder, dejar el juego a la mitad o enfadarse echando la culpa a los demás.
En estos casos, la incapacidad de controlar la frustración que les produce haber perdido les lleva a experimentar reacciones de ira intensa que no saben cómo gestionar, siendo ellos mismos las principales víctimas de su propio comportamiento.
Por este, motivo es necesario que sus padres les ayuden a superarlo, pues ya desde épocas tempranas comenzamos a establecer las bases de cómo afrontar la frustración. Al mismo tiempo, su mal perder puede traerle importantes repercusiones sociales debido a que es posible que otros niños no quieran jugar con él por sus enfados.
Ayúdale desde pequeño
El aprendizaje para tolerar la frustración por perder debe comenzar desde muy pequeño. Desde edades tempranas debemos hacer comprender a los niños que no siempre se puede obtener todo lo que se desea. Es evidente que en el juego el deseo es ganar, pero al mismo tiempo es importante que el niño valore y deseé el disfrute que supone jugar con otros niños.
Tampoco hay que olvidar que los padres sois sus principales modelos, por lo que delante de él no debéis enfadaros si habéis perdido en algún juego. Todo lo contrario, debéis recalcar la importancia de lo bien que os lo habéis pasado. De esta manera, le daréis a vuestro hijo los mejores dados para jugar disfrutando de sus éxitos y afrontando constructivamente sus fracasos a lo largo de su vida.
Terminemos con seis consejos para enseñar cómo perder dignamente a nuestros pequeños:
- No le dejes ganar siempre para evitar su enfado. De esta forma sólo confirmarás su creencia de que las cosas son como él piensa. Eso sí, déjale ganar de vez en cuando para que sienta confianza en él mismo.
- Si su enfado es exagerado, finaliza el juego y déjale solo. Si estáis jugando con otras personas pídele que se marche fuera de la habitación o se siente al lado hasta que se le pase el enfado. Debes explicarle también las consecuencias de su mal perder y cómo la gente no querrá seguir jugando con él de seguir así.
- Refuérzale el proceso y no sólo el resultado: es bueno que a medida que haga cosas bien a lo largo del juego le hagas un halago (“¡vaya, qué buena idea has tenido!”). Si pierde puedes recalcar que lo hizo muy bien. Tan importante será que sepa perder como competir con alegría y dignidad.
- Cuando veas con él juegos en la televisión, haz hincapié en lo bien que lo están pasando los jugadores y no tanto en el resultado del juego.
- Fortalece tu enseñanza en el juego con su día a día, es decir, no le permitas hacer todo lo que quiera ni apruebes enfados desmedidos cuando las cosas no son como le gustarían.
- Ayúdale a comprender y a experimentar su frustración; tanto en el juego como en su día a día debemos dejarle expresar de forma “adecuada” sus sentimientos de malestar por el hecho de que las cosas no sean como a él le hubieran gustado. Es importante hacerle ver estos sentimientos como normales y que no conseguir lo que se quiere no supone que haya fracasado o sea un incompetente.
Fotos | Amanda Tipton; Zumalakarregi Museoa