Los resfriados o las infecciones de las vías respiratorias superiores son la razón más común por la que los niños faltan a la escuela. Y es que son afecciones que pueden propagarse rápidamente a través de estos centros infantiles o en las guarderías, debido a que la transmisión se realiza a través de las secreciones respiratorias. Por tanto, las manos son el principal vehículo de contagio.
Además, una vez que los niños las contraen, es bastante habitual que se las transmitan a sus padres. Sin embargo, actualmente las epidemias gripales pueden controlarse eficazmente con métodos preventivos que ofrecen inmunidad activa: las vacunas, aunque éstas tengan algunas restricciones. Lo síntomas más típicos de un resfriado son la secreción y congestión nasal, y el estornudo. Pero también es posible que se presente dolor de garganta, tos, dolor de cabeza u otros síntomas.
Nuestros niños lo pueden padecer en cualquier momento del año, pero es más común en invierno o durante la temporada de lluvias. Por eso hay que estar preparados y poner en marcha algunas medidas preventivas que nos pueden resultar de gran ayuda:
- Lavarse a menudo las manos: tanto los niños como los adultos tienen que lavarse las manos después de sonarse la nariz, tras el cambio de los pañales o después de ir al baño, antes de comer y antes de preparar alimentos. Algunos estudios demuestran que esta medida es la más importante para prevenir la transmisión de la infección de vías respiratorias altas.
- Desinfectar: será bueno limpiar las superficies de contacto común (manijas de los lavamanos, pestillos de las puertas, esteras para dormir…) con un desinfectante aprobado comercialmente.
- Escoger clases más reducidas en la guardería: la asistencia a una guardería de seis o menos niños reduce significativamente la propagación de gérmenes.
- Usar desinfectantes manuales instantáneos: estos productos contienen alcohol para destruir los gérmenes. Son un antiséptico, no un antibiótico, así que no se puede desarrollar resistencia a ellos.
- Utilizar toallas de papel en lugar de compartir las de tela.
Las vacunas nos ofrecen protección inmunitaria y ayudan a controlar las epidemias, ya que, además de ser unos sistemas de defensa para nosotros mismos, a la vez protegen al resto de la población. La inmunidad generada por ellas es similar a la originada por las enfermedades: la introducción en el organismo de un antígeno, desencadena una respuesta mediante la formación del anticuerpo; que es el que va a actuar como barrera contra las enfermedades.
Concretamente, la vacuna de la gripe se pone vía intramuscular (o subcutánea profunda) y que siga estas indicaciones:
- Debe administrarse anualmente, a partir de los seis meses, en los niños de los grupos de riesgo y a sus familiares.
- Ha de usarse la vacuna indicada para cada año. No deben emplearse vacunas preparadas para temporadas anteriores.
- Los menores de nueve años necesitan dos dosis separadas un mes si es la primera vez que se vacunan, ya que la primera dosis es poco inmunógena si no han tenido un contacto previo con un virus similar.
- En mayores de nueve años basta con una sola dosis. La administración de una segunda dosis en la misma temporada gripal no mejora la respuesta inmunitaria.
- La vacunación debe efectuarse entre los meses de octubre y noviembre, cuando empieza la epidemia, nunca antes, porque la protección decae en pocos meses.
- Puede administrarse junto a otras vacunas. Si está indicada, se recomienda administrar simultáneamente la antineumocócica.
La vacuna no debe administrarse a menores de seis meses, ya que su eficacia no está demostrada; a las gestantes durante el primer trimestre del embarazo ni a las personas con alergia(de tipo anafiláctico) a las proteínas del huevo, tiomerosal y otros componentes de la vacuna.
En España no se recomienda la vacunación antigripal universal en niños sanos, pero sí tienen que vacunarse los niños incluidos en los grupos de riesgo, tal y como indica la Asociación Española de Pediatría. Éstos grupos comprenden:
- Los niños con enfermedades cardíacas: congénitas o adquiridas, y que tengan repercusión clínica.
- Quienes sufran enfermedad pulmonar crónica: fibrosis quística, asma (incluso los que estén tratados con corticoides) y bronquitis obstructiva de repetición.
- Los diabéticos y los enfermos renales.
- Los niños con síndrome de Down.
- Quienes sufran patologías neuromusculares graves.
- Los infectados por VIH y otras causas de inmunodepresión.
- Los niños institucionalizados (en orfanatos, cárcel…).
- Los familiares, incluyendo otros niños, cuidadores y personal sanitario que pueden transmitir el virus de la gripe a niños pertenecientes a alguno de los grupos de riesgo.
De todas formas, el sistema inmunitario ayuda al cuerpo a combatir infecciones y por eso es importante reforzarlo mediante una de estas formas:
- Amamanta a tus hijos: la leche materna protege contra las infecciones de las vías respiratorias, incluso años después de haberla tomado. Los niños que no son amamantados tienen, en promedio, cinco veces más infecciones del oído.
- Dale yogures: ciertos yogures contienen “cultivos activos” o bacterias beneficiosas que ayudan a prevenir los resfriados. Los probióticos favorecen la inmunidad.
- Evita el tabaquismo pasivo: tanto los niños como los adultos han de mantenerse lo más alejados posible del humo del cigarrillo, ya que éste es el responsable de numerosos problemas de salud, incluyendo entre ellos millones de resfriados.
- Asegúrate de que tome la suficiente cantidad de agua: los líquidos ayudan a que el sistema inmunitario funcione apropiadamente.
- Evita el uso innecesario de antibióticos: tomarlos con mucha frecuencia hace que nos volvamos resistentes a ellos. Cuanto más se utilicen, mayor será la probabilidad de que los medicamentos no funcionen igual de bien en el futuro. Eso significa que existe mayor probabilidad de enfermar con infecciones más prolongadas y pertinaces.
- Procura que duerma bien: no dormir lo suficiente hace que seamos más propensos a ponernos enfermos.
Fotos | adamj1555; Laura Smith; Luke Kanies