A lo largo de los tres meses siguientes, el feto experimenta un crecimiento espectacular y los órganos formados en la etapa anterior empiezan a madurar. También conoceremos otros aspectos como su sexo, le sentiremos moverse por primera vez (hacia la semana 20ª si es el primero y antes si ya hemos tenido hijos) y experimentaremos sus respuestas a estímulos externos (ruidos, palpación de la tripa…).
El bebé toma conciencia de lo que ocurre a su alrededor y alterna periodos de reposo con periodos de actividad. Al llegar a las 24 semanas medirá unos 20 centímetros (de la coronilla a la rabadilla) y pesará algo más de medio kilo.
El pequeño se dedica en este trimestre a entrenar y descubrir su cuerpo. Es ágil y todavía tiene espacio, así que estos serán los meses de más actividad: se doblará, estirará, saltará y dará patadas. Empezaremos a notarlas cerca de la semana 20ª, un poco antes si ya hemos tenido otros hijos.
A estas alturas, el futuro bebé no para de tocarse la cara, frotarse los ojos, meterse el pulgar en la boca, etc. Estas acciones reflejan un gran control de sus movimientos y dejan asombrados a los padres cuando tienen la oportunidad de observarlas en las ecografías. También fruncirá el ceñó y sonreirá. A las 20 semanas, las células nerviosas encargadas de los cinco sentidos están en pleno desarrollo.
Si poco tiempo antes se asustaba cuando por casualidad le rozaba el cordón umbilical, ahora le encanta cogerlo y jugar con él. A las 22 semanas ya puede escuchar levemente la música y las conversaciones exteriores, aunque hasta las 28 semanas no se desarrollará el oído externo.
Al final de este trimestre sus uñas, pestañas y cejas están muy bien formadas, su piel ya no es tan transparente y su carita está más rellena. Su cuerpo es cada vez más proporcionado, pero aún está muy delgadito.