El miedo a los extraños va evolucionando desde su etapa de inicio, es decir, a partir del segundo semestre de vida, hasta llegar a su expresión máxima alrededor de los dos años o dos años y medio. En las primeras etapas, el miedo se centra básicamente en figuras extrañas del género masculino y adultas. Se ha observado que los bebés no temen tanto a las mujeres ni a otros iguales, aunque posteriormente, puede aparecer también el temor ante compañeros de edad parecida a la del niño. En general, son las niñas las que presentan más miedos en comparación con sus iguales masculinos.
No obstante, también hay miedos que pueden adquirirse por condicionamiento y por la ansiedad ante la separación en estas primeras etapas. El condicionamiento tiene lugar cuando el niño, delante de un extraño, con unas determinadas características (por ejemplo, con barba) experimenta un estímulo aversivo (un fuerte ruido, gritos, frío…). Es probable que cada vez que vea un rostro con barba (aunque sea otra persona) experimente miedo y rechazo hacia ella. En esta etapa, el miedo a separarse de los padres, que guarda una estrecha relación con el miedo a los extraños, aunque son conceptos independientes, pueden concurrir y, por tanto, sumarse los efectos.
La actitud de los padres y familiares frente a estos miedos dependerá de la edad del niño, de sus características y de las circunstancias del entorno. A los niños les da confianza ver a las figuras de referencia tranquilas delante la situación más que los razonamientos que podamos hacerles, es decir, aprenden más por imitación de sus padres que por instrucciones verbales.
Los padres debemos acompañar y guiar a nuestros hijos incondicionalmente en todas las etapas del desarrollo, pero son ellos los que, poco a poco, deben aprender a afrontar los diferentes retos vitales en función de su edad. No es aconsejable sobreprotegerles en exceso. Si evitamos salir, dejar al niño con los abuelos o charlar con los vecinos en presencia del bebé, no le estamos haciendo ningún favor. Afrontar con naturalidad estas situaciones es el mejor aprendizaje para él.
En general, a partir de los tres años, este tipo de miedos va desapareciendo a medida que el niño dispone de una mayor maduración cognitiva. El miedo evoluciona y se desplaza hacia los seres imaginarios como los monstruos u otros personajes de ficción que ven en el cine o en la televisión. No obstante, algunos niños siguen presentando el temor a los extraños en edades posteriores a los tres años. En estos casos, podemos estar delante de niños que podríamos calificar como tímidos y que quizás, más adelante, presentarán algún tipo de ansiedad ante determinadas situaciones sociales.
Si el miedo a los extraños se produce más allá de los tres o cuatro años, es persistente y crea dificultades significativas en la realidad cotidiana del niño, es recomendable su evaluación por parte de un profesional de la salud infantil.
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