Según sean las características personales del niño, así serán sus reacciones. Por eso son frecuentes los trastornos en la conducta alimentaria o del sueño. Y es común que, por ejemplo, los pequeños vuelvan a hacerse pis en la cama cuando ya hacía tiempo que habían dejado de hacérselo.
Pero el estado de estrés y de ansiedad queda reflejado en la frecuencia de las pesadillas, cosa que saben bien muchas enfermeras infantiles en las que los niños encuentran el medicamento más eficaz. Ellas saben cómo tranquilizar al pequeño.
De lo que los adultos debemos ser conscientes es de que el niño está en una situación de máxima alerta. Por eso es imprescindible la presencia de los padres. Los progenitores no son accesorios en el hospital, sino una pieza terapéutica de primer orden. Y esa acción terapéutica se puede resumir en una sola palabra: comunicación, comunicación y comunicación. De palabra, de gesto, de caricia, de actitud.
Si fuera posible, el niño y los padres deberían visitar previamente las secciones del hospital donde él va a estar. Que vea un quirófano o una habitación como la que va a ocupar. Es verdad que los hospitales infantiles han cambiado mucho. Y que ya tienen vídeos, teatro de títeres y diapositivas. El niño puede ver por tanto a un personaje que pasa por situaciones como las que va a experimentar él mismo. Y así se enfrente a ellas de mejor manera.
Y por suerte, se cuenta con un personal de enfermería que sabe muy bien cómo evitar esa patología que se llama hospitalismo…
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